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sábado, 19 de julio de 2025

 

Dr. José Flete


RENÉ FORTUNATO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DOMINICANA A TRAVÉS DEL CINE DOCUMENTAL



RESUMEN: El documental Abril: la trinchera del honor de René Fortunato marcó un hito en el cine documental dominicano y en la memoria histórica nacional. Su obra revitaliza la historia de la gesta de abril de 1965, transformando la narrativa escrita en imágenes vivas que conectan emocionalmente con el espectador. Fortunato, al integrar fotografías históricas y sonido, convierte el pasado en experiencia presente, facilitando la comprensión y preservación de hechos trascendentales. Su legado trasciende lo biológico, inmortalizando la memoria colectiva dominicana y posicionando el cine documental como herramienta esencial para la historiografía y la enseñanza histórica.

 

PALABRAS CLAVES: René Fortunato, memoria histórica, cine documental, producción, impronta, Abril: la trinchera del honor, filmografía.

 

INTRODUCCIÓN

El cine documental de René Fortunato, en especial Abril: La trinchera del honor, constituye una herramienta clave en la construcción de la memoria histórica dominicana. A través de una rigurosa investigación, recursos audiovisuales y archivos de la época, Fortunato reconstruye los acontecimientos de la Revolución de Abril de 1965, visibilizando las luchas del pueblo dominicano frente a la intervención extranjera. Su obra no solo recupera hechos olvidados o tergiversados, sino que también fortalece la identidad nacional al ofrecer una narrativa crítica, alternativa y comprometida con la verdad histórica. En este sentido, su cine trasciende lo artístico para convertirse en un acto de resistencia cultural y política, reconfigurando el sentido de la dominicanidad en el imaginario colectivo.

 

DESARROLLO


En 1993, en el Paraninfo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, se proyectó el documental Abril: la trinchera del honor, dirigido por el cineasta y documentalista René Fortunato. Mis padres me habían hablado del filme, y la manera en que lo referían denotaba el impacto profundo que la obra del director había producido en ellos. Impacto que se confirmó en mí, pues aquella tarde fui sobrecogido por la proyección y, como señala Arlindo Machado (2009), en El sujeto en la pantalla, en la oscuridad de la sala de proyección fui transportado desde la realidad inmediata a una en la que el tiempo se distanciaba treinta y ocho años y el espacio había sido transformado por la inclemencia del tiempo. Lo cierto es que la producción de René Fortunato había impregnado forma y colorido a aquella imagen difusa que apenas quedaba grabada en los trazos de la escritura.

Años después, tuve la grata experiencia de disfrutar El poder del jefe, otra obra del mismo director, a pesar de que la producción databa de 1991, fecha de su estreno. La experiencia fue similar, aunque esta vez con mayor conocimiento, pues ya conocía a Fortunato, al menos de forma mínima respecto a su primera entrega.

Ambas experiencias sentaron el precedente para que un espectador aficionado se interesara en la técnica cinematográfica de quien empleaba el cine documental para atraer la atención hacia una manera distinta de ver la historia del país. Desde entonces, la filmografía documental se ha constituido en un elemento esencial de la historiografía dominicana, porque, además de los ingentes esfuerzos de quienes han trabajado en salvar la memoria histórica nacional, está el hecho de que podemos adentrarnos en esa grieta que Fortunato ha abierto para aproximarnos al pasado en todas sus dimensiones. Pero, en este caso, debido a la profundidad de la temática cinematográfica del director, el documental Abril: la trinchera del honor será suficiente para la elaboración de este breve ensayo.

El trabajo de René Fortunato ha marcado un antes y un después, no solo en el cine documental dominicano, sino también en la memoria histórica de la nación. En el ámbito cinematográfico, su producción documental abrió un terreno histórico poco explorado hasta ese momento. Es cierto que hubo otras producciones documentales como La llegada del piloto Charles Lindbergh (1928) de Adam Sánchez, los documentales sobre el ciclón San Zenón (1930) dirigidos por Salvador Arquímedes, y las producciones del camarógrafo y documentalista Rafael Palau, a quien el mismo Fortunato reconoce como pionero del cine documental dominicano. En cuanto a la memoria histórica, Fortunato contribuye a hacer trascender la comprensión del evento hacia las generaciones futuras, tema que abordaremos más adelante.


Sin embargo, en contraposición, es preciso reconocer que en lo que respecta a René Fortunato se produce un giro fundamental en el cine documental dominicano: la conexión con la historia como herramienta. En mi opinión, a partir de este momento se puede hablar con propiedad de historiografía dominicana; en el instante en que Fortunato, director de Abril: la trinchera del honor, recrea la gesta gloriosa con la magia del celuloide, la visión tradicional de la historia como mera secuencia escrita cambia rotundamente al plano historiográfico. Parafraseando a Marshall McLuhan, ya no estamos frente a un texto frío y estático, sino que el mismo, desde la superficie plana de la gran pantalla, calienta la imaginación del espectador, quien comprende a grandes rasgos el relato de eventos pasados, como es el caso de la gesta de abril de 1965.

Por ejemplo, diferentes historiadores han narrado desde estilos particulares el evento histórico de la guerra citada; cada uno con una idea clara de lo que buscaba resaltar, describe el hecho intentando grabar en la imaginación de sus lectores escenas que, como en Jane Austen, recrean imágenes con palabras. Para quienes vivieron el proceso, quizás sea comprensible lo que se intenta evocar; pero, siendo honesto y sin ánimo de desalentar, ni siquiera los protagonistas pueden recrear plenamente lo que el tiempo ha ido borrando. Si esto es evidente en ellos, las generaciones posteriores difícilmente podrán reconstruir con claridad lo que nunca vivieron, más aún cuando las jóvenes generaciones sufren la tergiversación de hechos históricos mediante procesos de enseñanza planificadamente deficientes.

Aquí es donde la impronta de René Fortunato se hace evidente: la historia cobra vida mediante el cine. Lo que una vez fue descrito con trazos y tinta, aquí se materializa, como diría Gilles Deleuze (1983), mediante imágenes en movimiento. Es preciso detenernos en la manera en que el director utiliza las fotografías tomadas por aquellos que perpetuaron las figuras y eventos protagonistas de la gesta. Por ejemplo, las fotografías históricas de Milvio Pérez cobran vida en manos del director; en el documental adquieren materialidad mediante el sonido que Fortunato les imprime, pero no es un sonido cualquiera, sino uno particular: el lamento del pueblo que gime y llora por la patria, el estruendo de los disparos que emergen de las imágenes como si fueran hechos palpables; las ametralladoras vibran en el instante preciso en que su sonido invade el oído del espectador. Es menester precisar que el director no altera la obra de Milvio Pérez, sino que honra su legado respetando la austeridad de las imágenes. No se trata de un simple problema técnico o de la ausencia de avances informáticos en el cine, sino de respetar el legado del fotógrafo. Hubiera podido recurrir al teatro para recrear la escena, práctica común en el cine documental en sus distintas etapas, pero eligió no hacerlo.

Retomando el caso de la imagen histórica y las nuevas generaciones, recordemos que el recuerdo de los hechos se disemina con el tiempo, especialmente entre quienes fueron testigos vivientes. Para quienes nunca tuvieron contacto alguno, el hecho queda reducido a la frialdad de la escritura, sin restar importancia al fenómeno histórico-escritural. Ante este inconveniente, la obra de Fortunato destaca porque permite que el hecho trascienda lo escritural, posibilitando su comprensión, entendida esta como la aprehensión del hecho, donde el individuo experimenta el fenómeno hasta hacerlo propio o rechazarlo.


La gesta de abril de 1965 ha sido preservada gracias a la entrega de hombres y mujeres que comprendieron la necesidad de transmitir a las futuras generaciones las proezas de quienes prefirieron entregar sus vidas en defensa de la patria dominicana. Sin embargo, sin ánimo de minimizar tan grande labor, la obra de René Fortunato, además de darle color y vida a los hechos, permite que el trabajo de historiadores adquiera solidez y vigor; no es que no los tuvieran, sino que procura que el hecho histórico conserve su colorido a pesar de lo inclemente e implacable del tiempo, como lo expresa Pablo Milanés en su canción El tiempo implacable (1976).

A partir de Abril: la trinchera del honor (1989), se comprende el impacto del aporte de René Fortunato a la memoria histórica dominicana. Su contribución es significativa, pues no solo materializa los hechos históricos en la pantalla grande, sino que también facilita la enseñanza efectiva de la historia dominicana en cuanto a la transmisión del conocimiento, específicamente de los hechos.

Tras el éxito de Abril: la trinchera del honor, René Fortunato ha calado profundamente en el imaginario colectivo dominicano, al punto de que hoy resulta difícil hablar de historia contemporánea dominicana sin que emerja la impronta del cineasta. En este sentido, el término “Guerra de abril” evoca inevitablemente la obra del director.

Como epílogo inevitable, cabe aclarar que quien suscribe no está ajeno al fallecimiento del director; no obstante, su muerte se limita a lo biológico, quedando dentro de los límites de la naturaleza, mientras que su obra trasciende el tiempo. Nos encontramos, sin lugar a dudas, ante lo que Milan Kundera (1993), en La inmortalidad, denomina una inmortalidad a largo plazo, donde lo corpóreo trasciende lo metafísico gracias a la perpetuidad de la obra.

 

CONCLUSIÓN

La obra de René Fortunato, especialmente Abril: la trinchera del honor, ha transformado la representación de la historia dominicana, haciendo que la gesta de abril de 1965 cobre vida más allá del relato escrito. Su uso innovador del cine documental acerca este episodio crucial a nuevas generaciones a través de imágenes y sonidos que enriquecen la memoria histórica. Fortunato no solo preserva la historia, sino que la convierte en una herramienta educativa que fortalece la identidad nacional. Su trabajo ha sentado un precedente en la historiografía dominicana, demostrando que el cine documental es un medio eficaz para la preservación cultural y la educación histórica, asegurando que su legado perdure en la memoria colectiva.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Deleuze, G. (1983). Cinema 1: The movement-image (H. Tomlinson & B. Habberjam, Trans.). University of Minnesota Press. (Original work published 1983)
  • Kundera, M. (1993). La inmortalidad [The immortality]. Editorial Gallimard.
  • Machado, A. (2009). El sujeto en la pantalla. Ediciones Cátedra.
  • Milanés, P. (1976). El tiempo implacable [Song]. En Pedro Milanés. Discográfica.
  • McLuhan, M. (1964). Understanding media: The extensions of man. McGraw-Hill.

 

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