| Dr. José Flete |
RENÉ
FORTUNATO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA DOMINICANA A TRAVÉS DEL
CINE DOCUMENTAL
RESUMEN: El documental Abril: la trinchera del honor de René Fortunato marcó un hito en el cine documental dominicano y en la memoria histórica nacional. Su obra revitaliza la historia de la gesta de abril de 1965, transformando la narrativa escrita en imágenes vivas que conectan emocionalmente con el espectador. Fortunato, al integrar fotografías históricas y sonido, convierte el pasado en experiencia presente, facilitando la comprensión y preservación de hechos trascendentales. Su legado trasciende lo biológico, inmortalizando la memoria colectiva dominicana y posicionando el cine documental como herramienta esencial para la historiografía y la enseñanza histórica.
PALABRAS
CLAVES: René Fortunato, memoria histórica, cine
documental, producción, impronta, Abril: la trinchera del honor, filmografía.
INTRODUCCIÓN
El cine documental de René Fortunato, en especial Abril: La trinchera del honor, constituye una herramienta clave en la construcción de la memoria histórica dominicana. A través de una rigurosa investigación, recursos audiovisuales y archivos de la época, Fortunato reconstruye los acontecimientos de la Revolución de Abril de 1965, visibilizando las luchas del pueblo dominicano frente a la intervención extranjera. Su obra no solo recupera hechos olvidados o tergiversados, sino que también fortalece la identidad nacional al ofrecer una narrativa crítica, alternativa y comprometida con la verdad histórica. En este sentido, su cine trasciende lo artístico para convertirse en un acto de resistencia cultural y política, reconfigurando el sentido de la dominicanidad en el imaginario colectivo.
DESARROLLO
Años
después, tuve la grata experiencia de disfrutar El poder del jefe, otra
obra del mismo director, a pesar de que la producción databa de 1991, fecha de
su estreno. La experiencia fue similar, aunque esta vez con mayor conocimiento,
pues ya conocía a Fortunato, al menos de forma mínima respecto a su primera
entrega.
Ambas
experiencias sentaron el precedente para que un espectador aficionado se
interesara en la técnica cinematográfica de quien empleaba el cine documental
para atraer la atención hacia una manera distinta de ver la historia del país.
Desde entonces, la filmografía documental se ha constituido en un elemento
esencial de la historiografía dominicana, porque, además de los ingentes
esfuerzos de quienes han trabajado en salvar la memoria histórica nacional,
está el hecho de que podemos adentrarnos en esa grieta que Fortunato ha abierto
para aproximarnos al pasado en todas sus dimensiones. Pero, en este caso,
debido a la profundidad de la temática cinematográfica del director, el
documental Abril: la trinchera del honor será suficiente para la
elaboración de este breve ensayo.
El trabajo de René Fortunato ha marcado un antes y un después, no solo en el cine documental dominicano, sino también en la memoria histórica de la nación. En el ámbito cinematográfico, su producción documental abrió un terreno histórico poco explorado hasta ese momento. Es cierto que hubo otras producciones documentales como La llegada del piloto Charles Lindbergh (1928) de Adam Sánchez, los documentales sobre el ciclón San Zenón (1930) dirigidos por Salvador Arquímedes, y las producciones del camarógrafo y documentalista Rafael Palau, a quien el mismo Fortunato reconoce como pionero del cine documental dominicano. En cuanto a la memoria histórica, Fortunato contribuye a hacer trascender la comprensión del evento hacia las generaciones futuras, tema que abordaremos más adelante.
Sin
embargo, en contraposición, es preciso reconocer que en lo que respecta a René
Fortunato se produce un giro fundamental en el cine documental dominicano: la
conexión con la historia como herramienta. En mi opinión, a partir de este
momento se puede hablar con propiedad de historiografía dominicana; en el
instante en que Fortunato, director de Abril: la trinchera del honor,
recrea la gesta gloriosa con la magia del celuloide, la visión tradicional de
la historia como mera secuencia escrita cambia rotundamente al plano
historiográfico. Parafraseando a Marshall McLuhan, ya no estamos frente a un
texto frío y estático, sino que el mismo, desde la superficie plana de la gran
pantalla, calienta la imaginación del espectador, quien comprende a grandes
rasgos el relato de eventos pasados, como es el caso de la gesta de abril de
1965.
Por
ejemplo, diferentes historiadores han narrado desde estilos particulares el
evento histórico de la guerra citada; cada uno con una idea clara de lo que
buscaba resaltar, describe el hecho intentando grabar en la imaginación de sus
lectores escenas que, como en Jane Austen, recrean imágenes con palabras. Para
quienes vivieron el proceso, quizás sea comprensible lo que se intenta evocar;
pero, siendo honesto y sin ánimo de desalentar, ni siquiera los protagonistas
pueden recrear plenamente lo que el tiempo ha ido borrando. Si esto es evidente
en ellos, las generaciones posteriores difícilmente podrán reconstruir con
claridad lo que nunca vivieron, más aún cuando las jóvenes generaciones sufren
la tergiversación de hechos históricos mediante procesos de enseñanza
planificadamente deficientes.
Aquí es
donde la impronta de René Fortunato se hace evidente: la historia cobra vida
mediante el cine. Lo que una vez fue descrito con trazos y tinta, aquí se
materializa, como diría Gilles Deleuze (1983), mediante imágenes en movimiento.
Es preciso detenernos en la manera en que el director utiliza las fotografías
tomadas por aquellos que perpetuaron las figuras y eventos protagonistas de la
gesta. Por ejemplo, las fotografías históricas de Milvio Pérez cobran vida en
manos del director; en el documental adquieren materialidad mediante el sonido
que Fortunato les imprime, pero no es un sonido cualquiera, sino uno
particular: el lamento del pueblo que gime y llora por la patria, el estruendo
de los disparos que emergen de las imágenes como si fueran hechos palpables;
las ametralladoras vibran en el instante preciso en que su sonido invade el
oído del espectador. Es menester precisar que el director no altera la obra de
Milvio Pérez, sino que honra su legado respetando la austeridad de las
imágenes. No se trata de un simple problema técnico o de la ausencia de avances
informáticos en el cine, sino de respetar el legado del fotógrafo. Hubiera
podido recurrir al teatro para recrear la escena, práctica común en el cine
documental en sus distintas etapas, pero eligió no hacerlo.
Retomando
el caso de la imagen histórica y las nuevas generaciones, recordemos que el
recuerdo de los hechos se disemina con el tiempo, especialmente entre quienes
fueron testigos vivientes. Para quienes nunca tuvieron contacto alguno, el
hecho queda reducido a la frialdad de la escritura, sin restar importancia al
fenómeno histórico-escritural. Ante este inconveniente, la obra de Fortunato
destaca porque permite que el hecho trascienda lo escritural, posibilitando su
comprensión, entendida esta como la aprehensión del hecho, donde el individuo
experimenta el fenómeno hasta hacerlo propio o rechazarlo.
A partir de
Abril: la trinchera del honor (1989), se comprende el impacto del aporte
de René Fortunato a la memoria histórica dominicana. Su contribución es
significativa, pues no solo materializa los hechos históricos en la pantalla
grande, sino que también facilita la enseñanza efectiva de la historia
dominicana en cuanto a la transmisión del conocimiento, específicamente de los
hechos.
Tras el
éxito de Abril: la trinchera del honor, René Fortunato ha calado
profundamente en el imaginario colectivo dominicano, al punto de que hoy
resulta difícil hablar de historia contemporánea dominicana sin que emerja la
impronta del cineasta. En este sentido, el término “Guerra de abril” evoca inevitablemente
la obra del director.
Como
epílogo inevitable, cabe aclarar que quien suscribe no está ajeno al
fallecimiento del director; no obstante, su muerte se limita a lo biológico,
quedando dentro de los límites de la naturaleza, mientras que su obra
trasciende el tiempo. Nos encontramos, sin lugar a dudas, ante lo que Milan
Kundera (1993), en La inmortalidad, denomina una inmortalidad a largo
plazo, donde lo corpóreo trasciende lo metafísico gracias a la perpetuidad de
la obra.
CONCLUSIÓN
La obra de
René Fortunato, especialmente Abril: la trinchera del honor, ha
transformado la representación de la historia dominicana, haciendo que la gesta
de abril de 1965 cobre vida más allá del relato escrito. Su uso innovador del
cine documental acerca este episodio crucial a nuevas generaciones a través de
imágenes y sonidos que enriquecen la memoria histórica. Fortunato no solo
preserva la historia, sino que la convierte en una herramienta educativa que
fortalece la identidad nacional. Su trabajo ha sentado un precedente en la
historiografía dominicana, demostrando que el cine documental es un medio
eficaz para la preservación cultural y la educación histórica, asegurando que
su legado perdure en la memoria colectiva.
BIBLIOGRAFÍA
- Deleuze, G.
(1983). Cinema 1: The movement-image (H. Tomlinson & B.
Habberjam, Trans.). University of Minnesota Press. (Original
work published 1983)
- Kundera, M. (1993). La inmortalidad
[The immortality]. Editorial Gallimard.
- Machado, A. (2009). El sujeto en la
pantalla. Ediciones Cátedra.
- Milanés, P. (1976). El tiempo
implacable [Song]. En Pedro Milanés. Discográfica.
- McLuhan, M.
(1964). Understanding media: The extensions of man. McGraw-Hill.
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