La definición trivial[1]
que se le atribuye a la ignorancia se circunscribe únicamente al conocimiento
especializado; es decir que el que "no sabe de" es por defecto
ignorante. La especialización sumerge el problema en un charco del que es
posible salir aplicando la fórmula "saber de"; de lo contrario, lo
que se tiene es estupor y la vergüenza de no saber de nada. Basta echar una
ojeada al poco manejo que se tiene de la técnica para comprobar que el mundo
está cada vez más lleno de ignorantes. Hace unos días el Diario Libre, en su sección Diógenes
y Boquechivo[2]
presenta una paradoja interesante donde la innovación telefónica es
inversamente proporcional a la capacidad de los usuarios.
Por lo visto, de acuerdo a esta
definición tecnicista que se hace de la
ignorancia, son ignorantes quienes carecen de capacitación o formación en algún
área del saber. bajo este supuesto, los medios de comunicación, a diario, nos
bombardean con noticias trágicas cuya responsabilidad se atribuye siempre a
sujetos carentes de toda formación "instrumental"; el currículum de
los asesinos siempre es pobre, apenas cursan los estudios básicos o, en el
mejor de los casos no han concluido el nivel medio (y los que más lejos no
concluyen la carrera que cursan en la "universidad estatal"); el
asunto es asociar la delincuencia con la carencia de "educación".
Pero la tesis se desmorona cuando se descubren casos en los que el crimen, el
dolo, y cualquier otra cosa que se les parezca, también anidan en aquellos
lugares donde "el capricho es ley". Un claro ejemplo lo constituye el
caso del atraco perpetrado en una de sucursal del Banco del Progreso; todos especulaban sobre los orígenes sociales
y, en consecuencia, escasa formación del bandido; pero todos quedaron
estupefactos cuando se descubrió que no era un limpiabotas, ni huelecemento, sino un afamado médico.
Sin embargo, el concepto que
los antiguos tenían de la ignorancia dista mucho de esa percepción tecnicista
de la ignorancia que se aborda en los
párrafos anteriores. Salomón[3],
por ejemplo, contrapone la
"instrucción" a la "ignorancia": "El que ama la instrucción ama la sabiduría; mas el que aborrece la
reprensión es ignorante", dice el sabio; pero en dicha sentencia se
puede advertir claramente que el tipo de "instrucción" a la que se
refiere no tiene que ver nada con el profesionalismo sino, más bien, a la
moral; se habla de orientar al individuo en el orden de los valores; en otra
versión bíblica, la Nacar-Colunga, se
emplea el término disciplina en vez
de instrucción, lo que significa que
el asunto apunta más bien al aspecto moral.
Ahora bien, ¿es ignorante el
que carece de instrucción moral, o el que carece de alguna profesión? Si lo
abordamos desde el ángulo tecnicista, sí; después de todo es vista la
ignorancia como carencia de "educación" y no como lo que es: "carencia
de orientación básica para la vida" que es lo mismo que hablar de
"sentido común[4]".
Es decir que la ignorancia deja, entonces de ser un problema
"educativo" y pasa a ser un problema netamente moral, de lo que se
desprende que la acción de delinquir nada tiene que ver con lo
"educativo"; el ejemplo de los delincuentes de "cuello
blanco" es la prueba suficiente de este argumento.
Pero la ignorancia no es un
problema moral en sí misma sino que desemboca en ello gracias a que el
individuo, al no ser forjado en los valores sociales ni en sus respectivas
consecuencias en caso de adversarlos, adopta una conducta que riñe con el bien
común. Una persona puede ser un gran doctor, un neurocirujano, un afamado
abogado y a la vez ser un canalla. Stefan Zweig nos habla del caso de José
Fouché, un notable político francés del siglo XIX que puso su talento al
servicio de los más oscuros intereses. El acto de delinquir se escapa de las
aulas; muchas cosas pueden ser el punto de su origen sobre todo si impera la
voluntad del individuo.
El error ha sido vincular la
ignorancia al estrato social. También se puede ser ignorante siendo un
profesional; pues se puede incurrir en errores sin sospesar previamente las
posibles causas. Robert L. Stevenson, en El
extraño caso del Dr. Jekyll y del Sr. Hyd, nos relata el error en el que
incurre el Dr. Jekyll sin pensar en las consecuencias de las que luego se
lamenta por ser estas desastrosas no sólo para su vida sino para la des demás;
aquí se habla de un individuo que en su lucidez era verticalmente moralista
pero que, tras su mutación, era todo lo opuesto, era totalmente repulsivo desde
el punto de vista moral.
En su intervención, Eulogio
Silverio, señala que la ignorancia es la que orienta a los asesinos del afamado periodista, Claudio
Nasco, en tan lamentable accionar; pero no considera ignorante a la víctima que
arriesga su vida al establecer nexos con personas que se conducen en función de
sus necesidades; peor aún, se vale de las necesidades de aquellos para
satisfacer sus apetencias sexuales. Aristóteles[5]
señalaría a esta persona como un temerario ya que arriesga su vida sin pensar
en lo ignominioso del peligro al que se expone constantemente; el sabio
Salomón, por otra parte lo señalaría como un insensato[6]
por desestimar el peligro. En mi opinión, todos, víctima y victimarios, son
reos de la ignorancia: uno por arriesgarse a tanto y los otros por no
considerar las posibles consecuencias de su error.
La posición de Eulogio Silverio
respecto a la ignorancia es de carácter tecnicista por relegar la misma a lo
formativo. La educación amplía los horizontes de los individuos, pero no puede
enderezar lo que sale torcido desde el hogar ni esculpir sus normas en su
libertad. La libre decisión es privativa de cada persona y es ella quien se
erige en su mejor consejera. La ignorancia sobrepasa las paredes de las aulas,
es un epígrafe que circunvalado en la carencia de sentido común.
El profesor Alejandro Arvelo
nos refiere una interesante comparación en un relato que antologa en su uno de
sus textos[7];
en el mismo, contrapone la sabiduría de un burdo pescador que no sabía más que
su oficio y nadar a la necedad del sabio que, no obstante su vasta sapiencia,
carecía de las destrezas necesarias para salvar su vida además de la humildad.
Es justo preguntar por la procedencia de la ignorancia, después de leído el
relato.
La ignorancia no es más que una
falta de tacto; cualquiera puede pecar de ignorante, tanto la persona más lerda
como la más inteligente. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos
de notoriedades que incurrieron en acciones nefastas sin sospesar la posibles
consecuencias. El delito, sin importar cómo se llame, es producto de la
voluntad de la persona, no de su carencia de formación.
Hay que advertir que la
ignorancia puede persistir a pesar de la formación de la persona. Cualquiera
puede estar cursando una carrera sin entender el impacto de la misma o la
importancia que ésta tenga para un futuro. Tenemos el caso de persona que
acuden la a Universidad, no porque saben a qué van sino porque es lo que todo
el mundo hace. Es un ejemplo. La ignorancia hace su aparición en el individuo
desde que la sociedad, a través de sus instituciones, estampa su huella.
Solamente con la formación del hogar autónomo y la subsecuente voluntad del individuo se puede borrar, con el tiempo,
la marca de la ignorancia.
Por:
José E. Flete-Morillo.-
[1] .
Falta de ciencia, de conocimiento.
[3] .
Proverbios 12:1.
[4]
. René Descartes señala el "sentido común" como lo mejor repartido
entre las personas; y al hacerlo no señala división social entre los que lo
poseen sino que está repartido de igual forma entre todos los que piensan.
[5] .
Metafísica.
[6] .
Proverbio 14:16.
[7] . Si quieres filosofar

