La lengua es un fenómeno social
identitario, o sea que, evidencia la cultura a la que está circunscrito el
individuo. Una de las cualidades de la lengua es el dinamismo que tiene. Su
mutabilidad le permite adaptarse a los cambios a los que está sujeta. Es de
conocimiento colectivo que la lengua varía de una comunidad de hablantes a otra
y de una generación a otra, siendo este último aspecto donde los cambios se
perciben con tanta facilidad debido a que dos generaciones, por ejemplo,
comparten dialécticamente entre sí, en el terreno de la misma lengua
confrontando sus respectivas variantes lingüísticas; pero el cambio no sólo se
produce en el aspecto generacional sino que incluye también lo sociocultural, lo
educativo, económico y cualquier otro aspecto que involucre la vida del hombre.
El aspecto sociocultural es
donde más se percibe el cambio lingüístico. Allí la lengua varía vertiginosa y
abruptamente; desde cualquiera de sus
perspectivas (política, social, económica, deportiva o artística) se producen eventos
que a final de cuentas llega a tener incidencia en el discurso
lingüístico. Semejante dinamismo si bien
evidencia la variabilidad de la lengua, también impone un sisma a lo interno de
la sociedad atendiendo a los aspectos formativos, socioculturales y
generacionales, siendo estos últimos los que más importan para los fines de
este ensayo.
En los aspectos socioculturales
y generacionales los cambios lingüísticos son más fuertes; una serie de factores indicen
de tal forma que los cambios que se introducen son novedosos y, por de más
breves; es decir que el vocablo que en la actualidad resulta novedoso, al cabo
de unos meses como mucho, resultan siendo desfasados e inconsistentes. De ahí
que dos personas de una misma comunidad idiomática tengan dificultades al comunicarse debido
tanto al aspecto sociocultural como al generacional, pues entre ellos existen
términos que para comprenderlos hay que ir a sus respectivos contextos.
El arte, es otro factor que ha
incido notoriamente los cambios abruptos que sufre la lengua. A través de los
artistas, especialmente de los representantes del llamado “género urbano”, se
introducen nuevos términos que son popularizados en la sociedad a través de
quienes pernoctan en estos haberes. El arte, en cualquiera de sus manifestaciones,
goza de aceptación a nivel mundial y quienes lo practican, además de fungir
como representantes, pasan a ser referentes de quienes siguen de cerca sus
trabajos. Lo que desde el arte se hace, resulta ser un precedente de acciones a
seguir, entre los que se encuentra el fenómeno de las variantes lingüísticas.
El género urbano, como su radio
de acción es mucho más amplio tiene mayor incidencia que aquellos que tienen
tendencia elitista; como no es un género musical excluyente tiene mayor
aceptación, lo que implica que su nivel de incidencia en la sociedad (en este
caso el aspecto lingüístico) se mucho más rápido así como mayor. La misma
incidencia tienen aquellos que hacen vida en los espacios radiales y
televisivos a través de lo que se conoce como “farándula”.
Un ejemplo de lo anterior lo
constituye un hecho acontecido a principio de los 80´s en un programa
televisivo llamado ¿Cuánto vale el show?
Cuya temática consistía en un concurso de talento donde, de acuerdo a la
calidad de la presentación, se premiaba a los participantes. Los premios eran
concedidos por un jurado compuesto por personas de la farándula y del medio
artístico del país, y cada uno de ellos era particularizado por una su forma de
actuar ante la cámara y el público, así como por una frase que usaba, al
momento de evaluar la actuación de los participantes.
Entre este jurado figuraba el hoy cineasta
Ángel Muñiz[1]
quien representaba a un joven “moderno” en la onda de las modas juveniles pero
estableciendo su propio estilo -¡Y vaya que sí lo consiguió!-. Este actor, en
el personaje que encarnaba, tenía una forma muy peculiar de vestir, pero lo que
más captaba la atención era su forma de comunicarse, de manifestar sus ideas;
aquí, cuando tenía que dar su premio decía, por ejemplo, “¡20 baros de ahí, ahí!”.
Esta expresión durante permaneció el programa al aire se hizo una frase de uso
popular, tanto que la palabra baro” pasó
a ser una expresión de unidad monetaria equivalente a la palabra “peso”; lo
mismo sucedió con la expresión “de ahí,
ahí”, los jóvenes y adolescentes, en el momento de pronunciar una frase que
implicara cantidad la terminaban con esa expresión; por ejemplo, “su mamá le dio
diez chancletazos de ahí, ahí…”
Quienes hacen uso frecuente de
los medios masivos de comunicación, además de enquistarse en los mismos lo
hacen en el inconsciente imaginario de la sociedad en la que pernoctan
incidiendo no sólo en la moda o en las cosas de incidencia colectiva sino que, también,
inciden en la variante idiomática. O sea, los medios de comunicación masiva inciden
considerablemente en esa vorágine en la que se encuentra inmersa la lengua en
tanto instrumento social.
Este fenómeno lingüístico es
producto de la sociedad misma que, en su afán de comunicarse echa mano a todo
lo que esté a su alcance; si el plan es comunicarse, todo aquello que le ayude
en ello será válido máxime si el proceso comunicativo resulta más ágil y más
efectivo. La sociedad es cambiante, de modo que todo lo que esté circunscrito a
ella será afectado de tal modo, como es el caso de la lengua.
La sociedad cambia en virtud de
las generaciones de sujetos que la componen; las personas de hace cuatro década
tenían una forma muy peculiar de entender el mundo, y esa cosmovisión se
manifestaba en la lengua, el medio más efectivo para intercambiar impresiones.
Se comunicaban en virtud de su mentalidad epocal. Hoy en día, las generaciones
recientes no sólo piensan distinto y en función de este pensamiento hacen uso
de la lengua. De manera que la lengua, si bien conserva sus raíces, ha
experimentado serios cambios en sus manifestaciones. En ello ha contribuido la
sociedad misma atosigada por una serie de eventos que la infestan: lo
económico, lo político, lo sociocultural y cualquier otro elemento que implique
la interacción colectiva, especialmente los medios de comunicación masiva.
Es de conocimiento común que
los cambios lingüísticos son directamente proporcionales a los cambios
sociales; cualquier evento que se registre en la sociedad encuentra
inmediatamente acopio en las interacciones lingüísticas. La lengua se
transforma constantemente gracias a diferentes agentes que actúan en ella
propiciando cambios tan notorios y fluctuantes a la vez.
Por: José E. Flete Morillo