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jueves, 28 de febrero de 2019

Aquaman: de vuelta a la tradición mitológica

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En los últimos años las productoras cinematográficas Marvel y DC se han dedicado  a la tarea de retrotraer del mundo de los dibujos animados figuras que contaban con el aprecio y la admiración de esos grandes genios de la imaginación, o sea, los niños y los adolescentes. Personajes de acción que, en sus orígenes se caracterizaban por lo grotesco de sus movimientos, la rigidez de su expresión facial y un guión ajustado al ideal del bien (detalles muy propio de los dibujos animados de la época), hoy disfrutan de cierto realismo gracias a que son protagonizados por actores de renombre que disfrutan de  lo mejor de la tecnología cinematográfica de estos tiempos. Lo que antes nos producía fascinación por sus planteamientos éticos (la lucha entre el bien y el mal) nos llena de admiración y asombro puesto que esos “súper héroes” están más cerca de nuestra realidad  al ser encarnados por actores y actrices que, no obstante la hipérbole cinematográfica, comparten con nosotros esta realidad asfixiante e inevitable.
Ambas casas productoras han traído a nuestra inmediatez esos personajes que desde el pináculo de nuestra niñez mirábamos con toda atención evitando perder cualquier detalle de aquello que, para nosotros merecía todo crédito, tanto así que muchos, en su inocente imaginación, pusieron en riesgo la vida en pro de asemejarse al héroe que, al surcar los aires, captaba toda su atención. Un ejemplo de eso lo constituye una escena de uno de los episodios de la serie televisiva Dr. Hosue,  en la que un discapacitado se lanzó desde cierta altura tratando de volar como uno de sus héroes favoritos, Superman, lo hacía. La vida real objetiva está plagada de evidencias de esta naturaleza.
Caiptán América, Spiderman, Hulk, Batman, Mujer Maravilla, Superman, entre otros superhéroes  son personajes que de manera indistinta ambas productoras han traído a nuestra actualidad, sacándolos de la animación simple y dándoles espacio en el plató para así aproximarlos a nuestra existencia. O sea que, Supermán, además de ser encarnado por un actor de renombre, está inmerso en una serie de problemas existenciales que lo colocan al borde de la extinción, es decir que el afamado Hombre de acero,  está colmado de subjetividad, el mismo es muy vulnerable a los sentimientos, mismos que van más allá de su extraordinaria fuerza y del poder devastador de la criptonita.
Una de las últimas hazañas en el tiempo de una de las productoras citadas, es el personaje de Aquaman, personaje fantástico procedente de la Atlántida cuya sentido del deber lo conmina a preservar el bienestar de nuestro planeta. Como en los dibujos animados, este héroes tiene la virtud de comunicarse con las especies marinas, hecho que le hace merecedor del calificativo “rey de os siete mares”. Calificativo que, gracias a la intervención de los dibujos animados, tenemos acuñados desde la niñez pero que, ahora, entenderemos con más claridad puesto que los creadores de DC Entertainment, con el respaldo de la Warner Bros., nos presentan una propuesta de cómo surge el heroico atlante.
Aquaman es una producción que sale al mercado cinematográfico en diciembre de 2019 baJo el reconocido sello de la Warner Bros. Picture; es dirigido por James Wan y guionizada por Will Beall y  David Leslie Johnson-McGoldrick  y estelarizado por Joseph Jason Namakaeha Momoa (Aquaman), Jason Momoa, Amber Heard, Willem Dafoe, Yahya Abdul-Mateen II, Temuera Morrison, Dolph Lundgren y Patrick Wilson. Una simple  sinopsis  discurriría sobre una historia en la que un hombre de dos mundos, la superficie y el océano, se ve obligado a asumir el reino de Atlantis so pretexto de evitar una gran guerra entre sus dos mundos; la misión implica enfrentar a su medio hermano quien, preso de la ambición de poder, intenta ser el dueño absoluto de los “siete mares” sin medir consecuencias, provocando una guerra cuyos resultados irían más allá del desastre.
El film es impresionante, especialmente para quienes tuvieron acceso al cómic y para los que todos los días miraban con efusión la serie que narraba las impresionantes aventuras del súper héroe ultramarino. Ahora ya no se trata de animaciones orquestadas en función de la tecnología de la época, un tanto rudimentaria comparándola con la de hoy, sino que se trata de una historia que deja cierta sensación de realidad, una realidad más cercana a la del espectador. Sobre todo, cuando dicha historia parte de una realidad existencial, en la que la condición humana se pone de relieve o, mejor dicho, se superpone a las cualidades sobrehumanas del héroe en cuestión, Aquaman.


De vuelta a la tradición mitológica.

El origen de Aquaman se remonta a la tradición mitológica griega en la que los dioses intimaban con los humanos dejando como resultado un semidios. La condición metahumana del personaje remite a la de Aquiles, hijo de un humano y la diosa Tetis; de igual modo, el mestizo (así llaman los atlantes al héroe) procede de una relación que surge, producto de destino, entre la reina de los atlantes y un cuidador de un faro. Se trata de una concepción orquestada por el destino: dos personajes de dos mundos disímiles se encuentran por accidente y, producto de un trato habitual, surge la mutua inclinación cuyo resultado es Aquaman.
A manera de  una serie de intermitentes flash-backs, en el film, se explica cómo el “destinado salvador del mundo” fue adiestrado para el futuro; el simple hecho de que el héroe tuviera un instructor destinado para fu formación es indicio suficiente de que sobre nuestro personaje reposaba una condición mesiánica. El héroe había nacido, y de paso sellado por el destino, para triunfar.
Algo que hay que resaltar es la manera peculiar del bautismo del héroe. Aquiles, fue sostenido por el talón para ser sumergido en las aguas divinas para así garantizar su protección, pero en Aquamán  se registra algo distinto y es que el sumergimiento no fue en las aguas sino en la guerra. Cuando la madre atlante (Nicole Kidman) lo está instruyendo en la tradición (aquí reparamos en la oralidad como recurso de instrucción) surge el ataque dejando al niño a un lado quien desde ese ángulo recibe los primeros adiestramientos para la guerra, algo con lo que se tenía que ver en el futuro.
Sin embargo, aunque el héroe recibe la formación del hogar, hay que destacar que el modelo de enseñanza no lo recibe del padre sino de la madre; es esta que además de instruirle en la tradición atlanteana modela para él el estilo de combate. Hay un momento en el que se ve a la madre combatiendo cuerpo a cuerpo con sus oponentes, quienes tienen órdenes de hacerla retornar al reino de Atlántida a cualquier costo; en ese momento, mientras ella pelea, la cámara hace una toma a la mirada del niño quien, un tanto confundido, observa a la madre cuyos movimientos serán ejecutados por él mismo en escenas posteriores.
Como Aquiles, Aquaman es un semidios, un híbrido entre lo humano y lo divino; si el héroe literario es veloz en la superficie, el héroe fílmico lo es en el agua; pero ambos, a pesar de ser disímiles en cuanto a su radio de acción, coinciden en su misantropía; detestan el trabajo en equipo y resultan implacables con el villano. En el héroe oceánico el respeto por la vida se subordina al sentido de justicia en cuanto al castigo al  malo.
Como en la mitología griega, en Aquaman, el drama del mundo atlantes se teje en torno al problema humano; todos están convencidos de que la humanidad es la causante del deterioro del planeta[1] y la única forma es exterminándolo, conclusión a la que no todos respaldan por ser perniciosa, lo que lleva  a la decisión de enfrentar al villano, acción en la que el héroe se verá, más que involucrado, comprometido. Es este nivel de compromiso lo que resalta la diferencia entre el bien y el mal, el primero representado por Aquaman y el segundo encarnado por su hermano Orm.
Si bien la relación, madre hijo remite a la tradición de la mitología griega en lo que respecta al caso de Aquiles y  Tetis, la situación de los hermanos remiten a la mitología romana en la que un hermano mata al otro (Rómulo y Remo) teniendo como trasfondo político un reino. De igual manera, en el film, los hermanos combaten por el ideal de un mejor reino (Atlantis) con el atenuante de que el hermano mayor propugna por la convivencia con “otros” reinos, mientras que el menor mantiene una perspectiva implacable en lo que respecta a la Superficie.
En fin, el film remite a la tradición mitológica en el sentido de que mantiene latente la lucha entre dos fuerzas opuestas sea desde la relación océano-superficie o desde la perspectiva de los hermanos (una propuesta que apunta no sólo al mito de Rómulo y Remo, sino también a la hebraica Jacob-Esaú) y a la de judeocristiana respecto al problema del bien y el mal. Todo esto además de que está la idea del género humano como causante de todos los males, una mirada del mismo desde la naturaleza, su principal víctima.


Deshumanización del hombre.

Es cierto que el contexto geográfico y sociocultural, amén de su ficticidad, es el mundo de Atlantis; pero este enfoque, a pesar de que la superficie es un mero referente del primero, termina convirtiendo al hombre en un ser temeroso cuyas acciones no contemplan el impacto de sus consecuencias. O sea que el hombre es totalmente privado de lo que lo caracteriza y da primacía en la cadena alimenticia su raciocinio. Hay un momento del film, en la escena del submarino, en que Aquaman, después de eliminar a los malos, encuentra a la tripulación asustadiza, desorientada, acorralada y temerosa ante la posibilidad de morir. Aquí el ser humano es deshumanizado al ser tratado como seres indefensos, hecho que lo reduce al plano biológico, o sea, animal.
Casi durante toda el film el ser humano es tratado como simple referente de un drama que, aunque de alguna forma lo involucra (pues se procura su destrucción), se le resta importancia; sólo en dos escenas se plantea el accionar de los humanos, pero las mismas resultan una crítica a la tendencia de trivializar cosas que atentan contra la misma especie, porque al final el ser humano, motor principal del desequilibrio del medio ambiente, no sólo causa daño a todo lo que le rodea sino, además, a su propia raza y lo peor es que, no obstante conociendo que la desgracia pende sobre su propia cabeza le resta importancia incrementando así su propia desgracia. Esas dos escenas son las únicas dónde se presenta accionar consciente a la humanidad, en las demás se le atribuya accionar tímido,  en las mismas sólo es vista como una especie a la que hay que cuidar de sí misma. Es en función de esto que se produce la lucha en las profundidades oceánica, porque en la superficie lo que hay es una turba de despistados y de no hacer algo en su favor el mal se le vendrá encima.
Arriba, en la superficie, los humanos solamente emiten murmullos; su condición de desamparo los tiene doblegados y, ante el mal que se avecina no pueden hacer absolutamente nada; ya no tienen inventiva, por lo tanto lo único que pueden hacer es mirar con asombro y resignación la respuesta que reciben desde el Océano respecto a la contaminación que  arriba se ha generado.
En el mundo de Atlantis, se discuten cosas de relevancia: el destino del reino, asuntos de alta política, el fin de la humanidad. En cambio los de la superficie apenas viven el momento, la vida  se les  va en trivialidades, en cuestiones perentorias, asuntos que se traducen en cuestiones básicas ya superadas, hace miles de años, por los atlantes. Los humanos, ya no son tal, su condición ha sido reducida a la condición de animal que necesita ser cuidado de sí mismo y de los peligros que le rodean.


El perfil héroe

En este film, se dedica a elaborar el perfil del héroe. Desde la concepción del mismo (presentada como una estrategia del hado) hasta la coronación del mismo como “rey de los siete mares”. Toda la película es una construcción épica del superhéroe donde además de las condiciones metahumana, o sea su cualidades “especiales”, también se presenta el sentido del humor del mismo.
Aquaman, como todo metahumano, posee cualidades innatas, además de las habilidades que le hacen ser perpetuar su recuerdo a través del tiempo y las culturas. Como se planteó con anterioridad, es hijo de un humano  y de una diosa. Sus súper poderes los hereda de la segunda mientas que el halo humano, con todos sus vicios, los hereda del padre; es en este último sentido que se puede apreciar a un héroe que actúa bajos los impulsos de la pasión; condición que le lleva a salvar a los demás, pero en lo que se refiere al villano, le da un par de tres ser indiferente a su muerte. Como evidencia está la escena en la que surge Manta Negra, su archienemigo de la serie animada; el padre de éste está a punto de morir, producto de la paliza que le propinó Aquamán, pero como aquél era un villano, no obstante la súplica por ayuda del hijo, lo abandonó a su suerte dejándolo morir sin sentir el menor remordimiento.
La escena del submarino es el nexo que empalma la etapa infantil del héroe con sus cualidades heroicas; anterior a ésta solamente se conocía del personaje los datos familiares, o sea quienes eran sus padre y las virtudes metahumanas del mismo; pero es en esta escena que se reconoce en acción; es allí donde se evidencia que el personajes ya tenía precedentes salvando a la humanidad de sus propios errores. En lo adelante, se inicia una trama que, aunque lo implica va más allá de su archienemigo (de hecho, éste resulta ser un referente de lo que trasciende, es decir de la lucha entre dos elementos) [2].  
A partir de la escena del submarino, se inicia un periplo en el que se define el perfil del héroe, travesía que resulta necesaria porque se hace necesario despertar la nobleza del mismo; porque un héroe que es indolente al dolor del enemigo, inclusive la muerte, es un héroe cuestionable. Hay que recordar que Aquaman, atendiendo al perfil del cómic y de la serie animada, es propenso al imperativo de la preservación de la vida de todos los seres vivientes. Pero el del film, en sus inicios se muestra un tanto implacable con el villano, es propenso a la ira y vengativo.
Es en su odisea, en el proceso que tiene que pasar para ser encumbrado a la posición más alta en el mundo de Atlantis, que va siendo purificado y, así, surgiendo en él, el respeto por la vida, incluyendo la de sus adversarios. Ya, al finalizar el film, nos encontramos con un héroe que comprende el sentido del perdón (pues no aniquila a su hermano sino que le perdona la vida), entiende el sentido del trabajo en equipo, o sea con un sentido de colectividad más clatro, y con inclinaciones hacia el amor[3].
Hay que tomar las escenas de Atlantis como referente de un “antes” y un “después” en la vida del héroe; o sea que, a partir de ahí, hay que hablar de un primer y un segundo  Aquaman. En el primero se encuentran la ira, la venganza y fobia a la mancomunidad; es decir, un héroe más próximo a la humanidad con sus vicios[4]. En cambio el segundo Aquaman emerge más noble, totalmente transformado; la escena con el guardián del Tridente no sólo le permitió vencer un obstáculo sino que operó en él un cambio. Su salida del territorio del guardián significa el triunfo sobre sí mismo; ahora se le ve digno de la postura de un verdadero rey.
Ahora nos encontramos ante un segundo Aquaman; ahora sí nos encontramos ante un héroe que. Al combatir contra sus enemigos, se muestra más imponente, mejor estratega militar (pues entiende y maneja a la perfección lo del trabajo en equipo)  y, lo más importante, magnánimo ya que en vez de aniquilar a su contendor prefirió perdonarle la vida.
La odisea por la que el héroe atraviesa en Atlantis, puede entenderse como una obra del destino requerida para hacer emerger un héroes acorde con la misión de salvar a la humanidad, porque de no ser así, en un arranque de ira provocada por la ingratitud de ésta, lo que conduciría a sus abandono (atendiendo a la teoría del mal menor) de no aniquilarla por completo. Es después de esa travesía que el rey que recibe Atlantis –así como el nuevo súper héroe que recibe la humanidad- aparece transformado, digno de su condición: de ser uno de los componentes de la herogonía de DC Films.
Pero, finalmente, hay que señalar que el sentido del humor del segundo Aquaman es recurrente. A pesar de la transformación, el héroe sigue manteniendo su hilarante condición a pesar de los problemas que debe enfrentar. Su histrionismo sigue siendo el mismo, es como una forma de hacer frente a los momentos de crisis. Este histrionismo es su forma de abstraer las dificultades y, de paso, reducirlas a simples nimiedades.


Una perspectiva de la dialéctica del bien y el mal

Uno de las temáticas recurrentes en el cine, incluyendo el de ficción, es la que plantea la dialéctica entre el bien y el mal. La perspectiva cinematográfica plantea este problema atendiendo a la convivencia del individuo con el otro. En esta relación surge y se desarrolla lo que podemos llamar “el conflicto moral” el mismo opera en el marco de la conciencia condición necesaria para que tanto el uno como el otro resulten involucrado en el conflicto.
Al margen de la conciencia no hay tal problema. La presencia de “el otro”  cobra sentido cuando el individuo está consciente de él, cuando esto sucede recurre a una serie de mecanismos con la finalidad de ocultarse del mismo, es de ahí que proceda a los “buenos modales” como forma de “salir del paso”. Pero es en la misma conciencia donde el sentido del tanto del bien como del mal cobra sentido conminando al sujeto a considerar su accionar en función de ello. Desde aquí el individuo considera tanto su accionar como el de los demás; cada acto, el suyo o el de “el otro” pasa por el filtro de su conciencia atribuyéndole de inmediato cierta valoración.
El cine replica esta situación con la particularidad de que logra el milagro intentado miles de veces en el mundo literario: crea los personajes que se encargarán de encarnar el bien el mal de forma indistinta. En el cine el dilema moral cobra forma, allí tiene cuerpo y conciencia. En el plató el bien y el mal desfilan como por una pasarela mostrándonos sus atributos y haciéndonos tener una idea más definida de ellos. Desde la gran pantalla el bien y mal discursan, exponen sus razones evento que nos permite ponderar sus respectivas consistencias.
Principalmente en el cine de ficción, el bien y el mal son liberados del estigma y confinados a la personificación. En los demás tipos de filmes el lector se encarga de ubicar al bueno o al malo para posteriormente identificarse con él al grado de olvidarse de su posición de espectador mientras vive la travesía de su personaje en cuestión; pero en el cine de ficción ambas valoraciones dejan de ser tal gracias a creación de su director; aquí, en el cine, no solamente son materializados sino que, además elaboran una apología de sí mismos.   En los demás géneros fílmicos el bien y el mal se mantienen en una especie de círculo vicioso en el que el espectador participa descodificando lo que aparentemente se pretende significar.  En cambio, en el género de ficción, por ejemplo el de terror, encontramos cierta simplificación puesto que de golpe ya el espectador tiene  un concepto claro de la tanto  de la esencia del bien y del mal  como de sus indistintos orígenes.  
Pero el problema es que en Aquaman el bien y el mal, además de personificados tienen un parentesco; otra vez la trama mitológica se pone de relieve; Rómulo y Remo compiten entre sí, con el atenuante de que en este caso no habrá más muerte que la del ego. En este sentido la muerte se produce de manera simbólica; en el héroe, sucumbiendo su fobia a la colectividad para subsecuentemente emerger con el sentido colectivo. En el antihéroe porque sus ambiciones de poder muere no sólo con su derrota sino con la reaparición de la reina madre a la que consideraba muerte y que, una vez presente le convence de sus desmanes, situación que da por sentada irremediable su derrota. Pero las muertes que aparecen en el film solamente son marte de una estadística bélica que se refiere como elemento de contexto fílmico.
El problema del bien y el mal es tratado desde el punto de vista del discurso. Aunque los personajes antagónicos que los encarnan llegan a combatir entre sí, en el fondo hay una cuestión de pensamiento. Está el problema de mantener el poder, por el lado del antihéroe, y de asumir el destino de asumir un vasto reino, por parte del héroe. Por una parte el mal entiende el poder como medio de aniquilación del adversario y, por la otra parte, tenemos el bien que entiende la preservación del equilibrio universal pues de no existir la superficie, como plantea el mal, se perdería esa armonía que representan los dos mundos. Él combate en la arena resulta una metáfora pues la lucha no es corporal como aparenta ser sino más bien ideológica; de ahí la continua arenga del antihéroe por convencer de sus ideales a los que procura reclutar en su proyecto.
En Aquaman tanto el bien como el mal cobran forma y más de la forma conciencia de sí mismos. Pero si atendemos bien a las propuestas de amos entenderemos que se trata de una lucha de egos, por eso en al final del film lo que se aprecia es la muerte del ego; el héroe emerge de sus cenizas purificado consciente de su sentido gregario, en cambio el villano queda sepultado en su resignación convencido de su fallo, alejado de todo medio de poder.
Por: José E. Flete Morillo



[1] . En diferentes filmes de corte iconoclasta se plantea el tema de la incidencia del ser humano en el desequilibrio de la naturaleza; en uno de los filme de este tipo,   Ultimatum a la Tierra, un remake de la de 1951, se plantea que la única manera de salvar a La Tierra es extirpando de ella a la especie humana.
[2] . Sabemos que Manta Negra es el archienemigo gracias a la serie animada, pero en este aspecto el mismo es tratado como un elemento subyacente de una crisis entre dos mundos. Después de ahí manta queda excluido de la historia; quizás los productores en otro momento se valgan de un entramado para devolverle su esencia antagonista, pero por el momento es sobre el hermano que recae dicho papel.
[3] . Debo aclarar que esa escena del beso fue totalmente fuera de contexto y cursi, algo muy propio del cine americano de las últimas décadas. Es impresionante como en un momento en el el mundo se le viene encima a los héroes éstos detienen el tiempo para el erotismo, aunque también es oportuno aclarar que el beso es un indicio de que el protagonista no sucumbirá a la muerte.
[4] . En la escena de la taberna, en la que se encuentra con su padre, se pueden apreciar dejos de humanidad, principalmente en el momento en que la comunidad de  motociclistas se le acercan para una fotografía. Aunque se trata de una escena cómica, se puede apreciar el trasfondo de una vida plenamente humana, allí no hay nada de heroísmo ni de virtud, sino pura y simple humanidad.

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