El film es la oportunidad que tiene el espectador apreciar alguna
historia desde la comodidad de un asiento, sea en una sala de cine o en el
hogar. La experiencia de estar ante una historia llevada a la pantalla gigante
es gratificante, allí presenciamos una serie de eventos en los que nos
enrolamos tan pronto nuestra vista entra en contacto con las imágenes que
surgen ante nuestra vista, actividad esencial que nos permite captar el relato
y conceptualizarlo de tal forma que nos adentramos en un drama del cual nos
hacemos partícipes gracias a un personaje con cuyo papel nos identificamos.
El estar ante una película nos permite escapar, aunque sea
por unos instantes, de esta realidad ante cuya inminencia nos resignamos. Ante
la ópera, asumimos posturas ajenas, propias de la creación de alguien que, una
vez conectados con nosotros, nos convence de que “eso que sufre el héroe nos
suele suceder” y, una vez perpetrada la convicción, ya estamos odiando al
villano que hace de la vida de nuestro alter
ego un infierno.
Esta mutación, en la que nos convertimos en un personaje de
ficción, resulta ser nuestro boleto de ida a una realidad que nos permite
reivindicarnos ante cualquier pasado y -¿por qué no?- vengarnos no solamente de
quienes nos vejaron o ridiculizaron alguna vez (cuya personalidad colectiva o
individual que proyectamos en el antihéroe fílmico) sino, también, de cualquier
atisbo de temor impuesto por la sociedad.
Por ejemplo. En el film Historia
sin fin hay un momento en el que el joven lector (Bastián Baltasar Bux) y
Atreyu comparten emociones; pero una vez el héroe supera las dificultades,
logrando así salvar el mundo de Fantasía,
el primero consigue tomar venganza de sus compañeros de clases quienes no
cesaban de importunarle. El tema es que en el film, en cualquiera que sea, nos
está permitido imponer nuestros caprichos sin temor a posibles consecuencias.
Gracias al mundo del cine, las limitantes humanas son
apocadas dejando así libre camino a que mediante nuestra imaginación escapemos
de esta realidad a la que estamos condenados a sobrevivir.
Por: José E. Flete Morillo.-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario