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jueves, 10 de enero de 2019

José Luis Cuerda y el sentido de la ingratitud.-


Película completa
Hace un tiempo cayó en mis manos un texto sobre cine titulado Al filo de la navaja, de Leonardo García Tsao; entre tantos artículos, uno en especial llamó mi atención y era el que trataba sobre el film La lengua de las mariposas, del cineasta español José Luis Cuerda cuya temática está ambientada en la España de la tercera década, específicamente antes de que Francisco Franco iniciara su gobierno. La película trata de un niño que siente aversión a la escuela y de un maestro republicano que, gracias a sus metodologías e ideas  revolucionarias, logra avances significativos en el muchacho y consigue el cuestionamiento de la clase más recalcitrante del lugar. Una vez el Dictador logra el poder, la comunidad decide entregar al maestro del lugar junto a sus correligionarios en manos del gobierno; todos vociferan toda clase de insultos, entre ellos el niño, a quien había salvado dos veces: de la muerte, pues evitó que el asma lo asfixiara, y de la ignorancia. Al final de la película se ve al maestro mirar desconcertado al niño que corría tras de sí apedreándolo a la vez que lo insultaba.
Aunque el filme tiene varios tópicos que tratar del ámbito educativo, me interesa esa parte que no sale sino al final; varias situaciones se manejan en la trama, sin embargo el tema de la ingratitud aparece como punto final revelando el lado oscuro de las cosas más nobles. El director se enfoca en la trivialidad de la vida de una comunidad cuyo sentido de la vida se diluye en el día a día, en el sobrevivir a pesar de la trivialidad de las cosas; cada personaje, por su lado, desempeña su papel, pero al final, como las moscas , todos se aglutinan para manifestar sus miserias. Es como si el director tratara de convencernos que es mejor cumplir con el deber sin esperar de los demás nada satisfactorio, como si nos enrostrara lo inevitable de la humanidad: la ingratitud.
Cada escena de la película, nos envuelve en un capítulo de la vida donde mostramos aspiraciones, temores  e intriga. El director usa una manera muy peculiar de sumergirnos en un mundo donde, no obstante el deseo de algún bien, las miserias espirituales emergen del fondo de nuestras apariencias y nos empujan contra una realidad que intentamos negar como forma de convencernos a nosotros mismos de una ilusión que, en el fondo, no es más que un deseo reprimido, un deseo que, como lo ilustrara Kafka en El pozo y el péndulo, termina en la textura de una venda.
El director deja el tema de la ingratitud para el final de la película: el maestro mirando las acciones del muchacho y este perdido entre insultos y pedradas. Porque en el fondo la ingratitud es eso, insultos y pedradas de quienes una vez libramos de la muerte (claro, se trata de una metáfora) pero que una vez satisfechas todas sus miserias, se nos lanza con el deseo de destruir en nosotros la grotesca imagen de sus pasadas miserias.
El encuadre que Cuerda hace la mirada fija del maestro para mí es icónico pues el mismo recoge el pesimismo el cineasta esconde durante toda la película pero que al final lo exhibe como un triunfo sobre nuestra desilusión. Porque, después de todo, la ingratitud no hace más que dejar en nosotros la sensación de haber corrido tras el viento.

Por: José E. Flete Morillo.-

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