Sensibilidad y
capacidad de asombro.-
La sensibilidad es la capacidad de conmoverse ante el dolor ajeno.
Ver una imagen, o noticia, sobre alguien sufriendo y ser partícipe de ese dolor
es indicio de sensibilidad. Hay quienes van mucho más lejos ya que se conmueven
ante el maltrato perpetrado contra los animales, las plantas y el medio
ambiente en general. Es la sensibilidad la que nos empuja hacia una determinada
acción en pro de aquello que se convierte en nuestro centro de atención.
Aunque la sensibilidad está
directamente relacionada con los sentidos, no es privativa de estos; los
sentidos nos permiten percibir las cosas; mediante ellos nos relacionamos con
el medio que nos rodea y nos damos cuenta de que no estamos solos en el mundo.
Pero los sentidos, sin la capacidad de razonar, no nos aportarían más que una
habilidad prácticamente instintiva. Podemos ver al otro, oírlo, saber de su mismicidad,
pero gracias a la razón, nos identificamos con él, vemos en él nuestro reflejo
y aprendemos a tratarlo en función de nuestros intereses.
De ese ver e identificar al otro
como nuestro reflejo, surge la sensibilidad porque en él proyectamos nuestras
pasiones y, en consecuencia, nos adelantamos en nuestro sufrimiento; o sea,
podemos decir, sufrimos por adelantado. Por ejemplo, sufrimos cuando sabemos alguien pierde un familiar,
pero esto sucede porque pensamos en nosotros, y es así como podemos entender la
magnitud del padecer de aquél.
Cuando alguien deja de conmoverse
ante el dolor ajeno, o sea que, se comporta indiferente, podemos decir que se
trata de una persona "insensible"; porque lo más normal es que haya
en esa persona alguna reacción, algo que lo mueva a tomar una determinación o,
simplemente, comportarse de una u otra forma. Si es sensible, algo debe suceder
cuando mire que el otro, quien es su "reflejo", se encuentra en una
encrucijada que hace su vida "miserable" o, mejor dicho, digna de
conmiseración.
Pero hay momentos en que la
persona, en su sensibilidad, escucha o sabe del sufrimiento de alguien que no
conoce. Puede mostrarse "prácticamente" indiferente; y digo
"prácticamente" porque en el fondo no es así ya que, bajo esta
condición de desconocimiento, lo que sucede es el asombro. Por ejemplo, alguno lee en la prensa que en un país
lejano "alguien" perdió a su familia en un accidente aéreo; quizás el
lector no se deshaga en llanto, pero estoy seguro de que su rostro refleja un
gesto de asombro mesclado con cierta "exclamación" emanada de sus
labios.
O sea que, ante la imposibilidad
de la cercanía con ese otro, la sensibilidad se diluye dejando como consecuencia un leve impacto que
podemos nominar "asombro".
En algún lugar alguien muere, o sufre, pero yo, en este sitio, comienzo a
preguntarme por la forma en que sucedió, por la condición de los familiares al
respecto, o, simplemente, por la manera en que su comunidad lo ha tomado; todo
esto es signo de asombro. Puede darse en caso que alguien, emocionalmente
fuerte, se manifieste indiferente ante una tragedia, pero su presencia en el
lugar de los hechos, aunque sea por curiosidad, delata en él cierta inquietud
que nos dice que todavía, "nada humano le es ajeno".
La aparición del asombro no
supone la desaparición de la sensibilidad; todo lo contrario, la presencia del
primero implica que la segunda se mantiene vigente, sólo que ha mutado tomando
otra forma un tanto difícil de identificar. Nadie repara en el asombro del
otro; por su nimiedad, esto pasa por desapercibido inhibiéndonos de hacer
conjeturas en su contra. Dejo claro que
lo mínimo que una persona puede hacer ante la crisis de los demás es manifestar
cierto dejo de asombro. Nadie es del todo insensible; pero, para eso, el
asombro debe surgir como indicio de que su sensibilidad no está muerta.
Ahora bien, hay un momento en que
alguien puede mostrarse parco ante el dolor ajeno; nada los mueve, sino que se
comportan como si nada hubiera sucedido. Por ejemplo, tengo un caso que
presencie: en una de las avenidas del país, un vehículo atropelló a un peatón
que cruzaba; los transeúntes, peatones y conductores, nos apersonamos ante la
víctima (unos por curiosidad, otros para ayudar, pero todos consternados); en
eso alguien, empleado de una librería salió, le dije de qué se trataba; pensé
que iba a llamar a la Cruz Roja, o algo parecido, pero que iba a ayudar; nada
de eso, cerró la puerta del establecimiento y continuó como si nada hubiera
sucedido; no manifestó ni siquiera asombro, noté la frialdad en su rostro.
Hay dos maneras de explicar esta
actitud indiferente, así como cualquier otra persona. La primera responde a lo
habitual; cuando se está acostumbrado al escarnio, la indiferencia es la
respuesta más próxima a cualquier acción que empuje al paroxismo. En El pianista, Roman Polanski trabaja el
tema del habito como forma de bloqueo de la sensibilidad; el héroe anda por las
calles infestadas de cadáveres; la actitud que éste manifiesta es la de un
individuo sin sentido de percepción, lo que ve no le asombre. De igual forma,
René Fortunato, en Abril, la trinchera
del honor¸ presenta un plano en el que unos transeúntes observan sobre la
acera el cadáver de un soldado norteamericano y, aunque la cámara no hace toma
de su rostro, la expresión de indiferencia se percibe en su paso lento pero
ininterrumpido.
Otra forma de alimentar la
insensibilidad es mediante la "estupidez"; esta forma de indiferencia
es natural, nace con el individuo. No puede responder con asombro ante ninguna
situación crítica, como tampoco entra en crisis en el momento de perjudicar a
alguien; no se constriñen cuando perpetran el daño gracias a que su estupidez
les cohíbe ponerse en el lugar del otro. El ponerse en el lugar del otro
implica un esfuerzo mental por lo que nunca, el que esté bajo estas
condiciones, se consternará ante la miseria de los demás. La Fox, creadora de The Simpsons es quien ilustra mejor esto
que digo a través del personaje de Homero; Homero no responde a los estímulos
del dolor ajeno sino que su estupidez le obliga a pasar por alto aquello que
cualquiera, con un mínimo de entendimiento, miraría con pavor.
En fin, la sensibilidad es lo que
evidencia, en mayor o menor grado, nuestra preocupación por el otro, o los
demás. Ser indiferente a la situación del otro es indicio de que ésta ya no
existe sino que lo que queda en nosotros es parquedad, una especie de muerte
que nos empuja a una especie de inercia. En los filmes de zombis, esta realidad
se muestra con toda crudeza: los "antes humanos", los zombis, se
lanzan contra sus víctimas; éstas últimas gritan con desesperación sin lograr
ninguna reacción en esas "cosas" que la devoran sin el menor remordimiento;
muerden, destrozan depredan personas, sólo lo guía esa animalidad devastadora
que únicamente obedece al instinto. Creo que no hay otra forma de mostrar,
gráficamente cómo la ausencia de la sensibilidad y la falta de asombro tiene
por consecuencia resultados horribles.
Atte: José
E. Flete-Morillo.-
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