Hitchcock cuidaba la figura del actor. ¿Razones?,
muchas pero la más relevante de todas es que el actor no sólo es la figura de
sí mismo sino la de todos. En el cine, la personalidad del actor es colectiva;
el público que le sigue de cerna, tras sus actuaciones, ve en él una proyección
de lo que son y en las películas en que aquél participa no son más que fragmentos de sus propia vida. La muerte del
héroe que encarna el actor afecta emocionalmente a su público. Programar en un
film la muerte del héroe es atentar contra aquellos que, de alguna forma, lo
atribuyen cierta iconicidad.
El actor, desde el preciso instante que encarna a un
personaje, deja de ser en su individualidad para convertirse en un ente que, en
su interpretación conjuga todo el sentir y el parecer de la humanidad. Es por
eso que interiorizamos los padecimientos del héroe; sus dolores, su angustia y
el deseo de venganza son nuestros. Al final del film no nos queda más que un
personaje que acuñamos e interiorizamos como una parte de nosotros que anduvo
por lugares insospechados que sólo pudo ser realizada a partir de la magia del
celuloide. ¿Quién, de los que disfrutaron la serie Hulk, el hombre increíble, puede negar que experimentó la soledad
de David Barner? ¿O pudo alguno los
seguidores de la serie Raíces ser
indiferente al dolor que padeció Kuntakinte
al ser castigado por su resistencia
a llamarse Tobie? Estos actores
fueron tragados por el personaje, como Marlon Brando lo fue por Don
Corleone y Johnny Deep por Jack Sparrow.
El público, después que asimila a un personaje, por las
razones anteriormente expuestas, es incapaz de separarlo del actor; éste y el
personaje son uno mismo; y muchas veces el actor, cuando aparece en un contexto muy distinto al
acostumbrado, es producto del desprecio y la apatía (algo que suele suceder con
los protagonistas de series de televisión). Por eso Hitchcock se cuidaba de atribuir a sus
estrellas papeles que comprometieran su iconicidad moral. Solamente lo hacía si
quería hundir a la estrella, con sucedió con Tippi Hendren protagonista de Marnie la ladorna[1].
Robin Williams no es la excepción al respecto. El personaje
que encarnó en la afamada serie de televisión Mork and Mindy grabó en nuestra memoria un personaje que perviviría
más allá de los resolutos personajes a que diera vida el afamado actor. En lo
que a mí se refiere, Mork estaba presente en los grandes filmes que una vez en
el estrellato protagonizara Williams; por ejemplo, la posible sonrisa y, en su conjunto,
el rostro alegre, que manifestaran los héroes de filmes como Papá por siempre, Buenos días Vetnam,
Jumanjie, El regreso de Peter Pan, La memoria de los muertos o Locas vacaciones sobre ruedas, eran de
exclusividad de Mork quien, tras la felicidad de los personajes nos producía
nostalgia.
En Jumanjie Mork emerge con toda naturalidad; es él quien
lucha por la sobrevivencia; es él quien corre en la sala manifestando una niñez
perdida en un tiempo desconocido. Y, al final del film parece que finalmente
logró su sueño reprimido de ser amado por Mindy. El extraterrestre pudo
completar su misión en la tierra, por fin entendió, tras el amor al género
humano.
Ahora digo Mork, no robin Williams. El segundo sucumbió a
finales de los ochentas; quedó atrapado en una de esas conversaciones con los
alienígenas que demandaban del segundo razones de su peregrinación en La
Tierra. Pero el primero, Mork, asimiló su papel de humano mezclándose entre
ellos, contaminando con su insoslayable sonrisa nuestra privacidad.
La felicidad de Mork, quien después de todo no podía ser otro
que Robin Williams, frecuentaba todos los filmes en los que trabajara el actor.
Hitchcock tenía razón, era totalmente nocivo comprometer la particularidad del
actor, o la actriz, quien a la larga no era más que un ícono que representaba
los más puros ideales de los espectadores. Y Robin Williams se comprometió
tanto con el papel que dejó estampada en la memoria de los espectadores una
ficción que sin darse cuenta lo reemplazaba.
Este desplazamiento que Mork hace al actor puede ilustrarse
mejor a partir del relato Broma Póstuma
de Virgilio Díaz Grullón; en el mismo se habla de un hombre que fue suplantado
por una estatua cuyo parecido era asombroso; una vez decidido a "interpretar"
el papel de la estatua en el museo, fue suplantado por esta quien asumió su
personalidad dejando al actor sumergido en una ficción permanente. Algo
parecido al relato, Mork desplaza a Williams de su realidad y empieza a ser lo
que aquél era: un ser complejo, lleno de pasiones y preocupaciones
existenciales.
Ahora es a Mork a quien le toca interpretar; actúa y piensa,
inclusive, como Robin Williams. Hace lo que éste: actúa en una película allí,
posa para una fotografía por allá, comparte con sus seres queridos por aquí y
recibe premiaciones por sus actuaciones por acá. Las generaciones recientes le
llamarán Robin Williams; nosotros, los que conocemos su pasado, sabemos que es
Mork, el enamorado de Mindy, el extraterrestre enviado a La Tierra a conocer el
extraño comportamiento de los terrícolas
Pero, más allá de la límpida sonrisa, hay algo en Mork que marca la sospecha. Una
lucha férrea se desarrolla en su interior: su mismicidad combate con Williams
cuya tristeza, dice la prensa, es inerme. Y parece cierto; he visto películas
en cuyas escenas Williams emerge marcado por un sufrimiento espantoso: en La memoria de los muertos, la depresión
de su esposa destroza aún más su espíritu atribulado; en Patch Adams el asesinato de su prometida lo sumerge por largo
instante en el desencanto por la humanidad; en Papá por siempre, el ser separado de sus hijos lo atormenta; en El comediante presidente, la lucha por el poder y la incomprensibilidad
de las personas lo obligan a dimitir de sus funciones.
Pero en The Final Cuts
encontramos la "gota que derramó el vaso". Williams, ya no Mork,
lucha por reconstruir un pasado destruido; su tristeza incontrolable, esa que
la prensa norteamericana llama "depresión constante" caló hasta lo
más profundo llevando a Williams a un final espantoso que no logramos entender
los amigos de Mork. Al ver esto mi desprecio hacia el film férreo; no admitía
esa conducta no propia de Mork. Mork era feliz, los problemas eran
insignificantes; su alegría no tenía barreras; el suicidio no estaba en su
vocabulario ni en su parecer.
Era eso, precisamente eso, lo que advertía Hitchcock a la
hora de atribuir a sus estrellas papeles que comprometieran su iconicidad
moral. El actor no es sólo un intérprete, es el papel mismo; el personaje que
cobra vida en la magia del celuloide. Hitchcock sabía que una vez que el actor
se exhibe su vida, inmediatamente, cobra pluralidad. Ya no tiene privacidad;
sus sentimientos son percibidos por el público mediante cada personaje que
encarna. Podría fingir felicidad, inclusive, más allá de esa mueca trashumante
está su dolor, dolor que sólo los que le siguen de cerca pueden percibir.
Hoy la prensa publica la muerte de Robin Williams, el
personaje de Mork; dice que se suicidó, que la continua depresión acabó con lo
poco que quedaba del extraterrestre. Y como era Mork el que actuaba en vez de
aquél, y como el actor es el personaje,
o sea que Mork era, después de todo, Robin Williams, podemos decir que Mork, el
extraterrestre y furtivo enamorado de Mindy, se suicidó.
La muerte de Robin Williams ha sido muy sentida porque ella
simboliza el absurdo y el sentido pesimista de la vida; porque no se entiende
que un sujeto que encarnaba la felicidad fuera capaz de enfrentar su propio
dolor de una manera tan abrupta. Las razones sólo él las sabrá; sus personajes
guardarán algún secreto. Sería recomendable preguntarle las verdaderas razones
a Mork, el extraterrestre encargado de
conocer lo complicado de la humanidad; pero es imposible, Robin William arrancó
de cuajo la alegría de Mork y lo sumergió en el más denso silencio, como nos
dejó a todos nosotros, sumergidos en la más absurda interrogante.
Por: José E.
Flete-Morillo.-
5 comentarios:
Para algunas personas al leer esto simplemente estarían denotando la realidad de lo descrito, pero para alguien que se introduce en cada linea escrita se da cuenta que cada palabra da a conocer un sentimiento y recuerdos bellos de un personaje y persona que formo parte de nuestras vidas,quien al mirar un film y ver que este actor era el protagonista no se sentaba o buscaba algo de comer y empezaba a disfrutar de lo que a de venir? Pero nadie se dio, cuenta que esa hermosa sonrisa había en algun momento determinado dejado de ser real.
Me encanto leer cada linea, y el sentimiento transmitido atravez de Excelente .
Muy buena lectura 😊
El mejor papel de Robin fue presentarse al mundo como un actor sano y feliz, cuando en realidad se encontraba sumido en la más profunda depresión, que finalmente lo llevaría a ahorcarse con un cinturón en su casa de San Francisco.
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