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martes, 8 de enero de 2019

La Habitacion 1408

La habitación 1408
La habitación 1408: una lectura al drama de la muerte.-


La habitación 1408 es un film de Mikael Hafström, protagonizada por John Cusack y Samuel L. Jackson. La trama gira en torno a un escritor de novelas de terror, Mike Enslin (John Cusack) quien, en busca de eventos extraordinarios (o sea, sobrenaturales) se hospeda en la habitación 1408 del Hotel Dolphin, pese a las negativas y advertencias de su administrador, Gerald Olin (Samuel L. Jackson); una vez instalado, la experiencia que vive el héroe, el Sr. Enslin, es, además de sobrecogedora, angustiosa; allí tiene que enfrentar alucinaciones y luchar con el peor de los tormentos que ha vivido el ser humano: el remordimiento de conciencia.

Pero lo que me llama la atención de este film, que es la esencia de este breve ensayo, es el tema de la muerte cuyo trato es una constante en toda la película. El héroe no quiere morir; rehúye al tema de la muerte, evita pensar en aquello que es inevitable.

 La habitación es un antro de torturas. Imágenes fantasmales de tormentos se diseminan por la habitación relatando al héroe las formas en que pusieron fin a su estancia angustiosa aquellos que le antecedieron. La habitación lucha por convencer a Mike Enslin de que el suicidio es la mejor forma de poner fin a su tormento. Pero Mike se resiste, el instinto de conservación se impone a su humanidad. Porque el suicidio es humano, se ejecuta en el marco de la razón, mas el instinto de conservación se aleja; se impone cuando la razón nos falla, o aún no despierta.

El tema de la muerte es latente en el film. Desde el despacho de Gerald Olin, Mike recibe una inducción macabra  sobre lo que es la habitación: fotografías de suicidios ocupan las manos de Mike mientras Olin da detalles de cada una de ellas. Al parecer, de acuerdo con el argumento del film, el primero busca persuadir al segundo de que se desestime el ubicarse en esa habitación; pero, ¿no será, más bien, una aplicación psicológica inversa, con miras a fortalecer esa curiosidad que campea en la imaginación del héroe, imaginación que, dado lo fuerte de su reticencia adquiere la dimensión de morbo? ¿Y no será que el director del film, Mikael Hafström, hace del Sr. Olin su alter ego para incitar nuestra curiosidad y así desear entrar en esa habitación y saber lo que allí se oculta. Y, finalmente, entramos con el héroe a esa habitación, satisfechos de haber prevalecido sobre las pretensiones de Olin.

En la habitación se produce un evento interesante. Aunque el personaje de Mike se resiste a morir, podemos decir con toda certeza que su muerte ya se produjo: desde que vio las imágenes que le presentó Olin experimentó en sí mismo la muerte, sus ojos sucumbieron ante la tentación de querer ver, cuando se retira del despacho ya no es él sino que el espectador, el público (el que mira el film) ocupa el lugar del héroe. Desde que los ojos de Mike se posaron sobre las fotografías nacimos en aquél personaje que moría.

Virgilio Díaz Grullón, cuentista dominicano, en Broma póstuma, nos ofrece un relato en el que un bromista entra a un museo para ocupar el lugar de una estatua y asustar a los visitantes; pero todo le falla cuando adquiere la rigidez de la estatua quien a su vez adquiriría sus movimientos y personalidad. Y es lo que se produce en el film: Mike Enslin sucumbe en las fotografías mientras que el espectador asume su lugar. Por eso, cuando Olin habla lo hace con nosotros; es el director que nos mira y cuestiona nuestra obstinación y nos ofrece la oportunidad de salir de aquél lugar de manera airosa: muriendo.

La muerte es el tema en cuestión. Ahora nos encontramos en un lugar que, podríamos decir, es el reino de la muerte; algo muy parecido a los que nos relata Dante Alighieri. Por cierto, cuando Mike se dirige a la habitación, la cámara enfoca el escrito ensangrentado que Olin le había entregado; esta escena remite a la inscripción que Dante lee en la puerta del infierno: Abandone toda esperanza quien entre aquí. Mike desestima la advertencia y prosigue su marcha por el pasillo; observa a una mujer que camina entra de reversa a su habitación dejando que el coche del niño entre de último (esta acción nos remite al film El bebé de Rosmery, De Romans Polanski); la manera como la madre arrastra el coche del bebé nos adelanta algo de lo que ha de pasar en la habitación será tenebroso. El retroceso de la madre predica el estado involutivo de la vida; todo deja de ser, nada es eterno; todos, de alguna manera, tenemos que morir.

La habitación es la antro de la misma muerte. Por todos lados se respira un desprecio por la vida. Mike es invitado a festinar de la muerte; si quiere salir de aquel lugar, hay una vía efectiva y rápida: suicidándose, como han hecho todos los que le antecedieron en aquella habitación. Porque la muerte, es el camino más corto cuando se busca liberarse de la angustia; y cuando hay que acelerarla porque la segunda se torna insoportable, el suicidio es la fórmula para obtener el resultado.  Quizás sea una acción egoísta; pero si de algo hay que estar seguro es que el suicido implica, además de valor, una amplia reflexión sobre el asunto. Nadie quiere morir, pero cuando la vida se torna insoportable o cuando carece de sentido, el suicidio es el punto final que finiquita ese triste epílogo.

El oficio de escritor de Mike Enslin era una máscara. Vivía fuera del hogar tras experiencias "escalofriantemente sobrenaturales" que le permitieran escribir historias que alimentaran a los mórbidos lectores de novelas de terror. Como escritor, era un verdadero fiasco, si partimos de su popularidad; pero no era así pues la selectividad de sus lectores, entre los que se encuentran el refinado y enigmático Gerald Olin, denuncian que se trataba de un escritor maldito remite nada más y nada menos que al mismo Stephen King, salvo en su carente popularidad; pero Mike Enslin es la personificación de esos escritores cuyas obras  evidencian a todas luces el vendaval que destroza su interioridad.





Mike no era feliz. Su oficio le permitía esquivar ese sentido de culpabilidad que lo destrozaba por dentro; se sentía impotente al saber que su hija había muerto sin hacer nada al respecto; y más culpable se sentía al saber que no podía beneficiarla con la esperanza de una vida más allá de la muerte, la dejó morir sin acompañarla en su ilusión de una cielo donde habita un Dios que nos espera paciente. Su racional ateísmo no le permitió ser partícipe de la esperanza de su hija. Ante esta realidad, acosado por la enorme culpabilidad, se aferraba a una vida cuya productividad, para la gran mayoría, era cuestionable.

La habitación 1408 era una réplica a menor escala de lo que sucede en la mansión de El diario de Ellen Rimbauer: la mansión escuchaba Ellen Rimbauer escuchba las conversaciones, pero la habitación iba más lejos porque leía los pensamientos de Mike Enslin, sabía cuál era su temor y sobre qué se fundamentaba su culpabilidad; sabía que él no era feliz, que su culpa era mayor que su amor; por eso lo invitaba a morir. Y, como preámbulo de su invitación, lo llevaba a aquellos recuerdos más tortuosos con el fin de recordarle que su vida era miserable; sus recuerdos eran emergían como una sentencia de la que no podía liberarse: si quería liberarse de esa insoportable angustia, morir era la vía eficaz.

Mike no tiene salida. Su egoísmo, como al final él mismo reconoce, lo ha llevado a esa situación. La casa le habla por teléfono; le pregunta si está decido a abandonar la habitación mediante el suicidio, a lo que él responde negativamente; la habitación, con voz de operadora, ante su evasiva, le avisa que su esposa llegará al hotel en cinco minutos; el objeta que no ella no está en su plan, que no se harán de ella. Nuestro héroe está en una encrucijada: si se suicida, la habitación habrá triunfado quedando él presa de su propia racionalidad dejando como inevitable consecuencia que su esposa, tras su llegada, se constituya en un eslabón más de una cadena de vidas miserables; si lucha por sobrevivir no podrá poner fin a ese infierno en que se encuentra. Tal medida lo lleva a crear una tercera opción que escapa a la imaginación del espectador pero que estaba anunciada cuando Mike pregunta a Olin si se puede fumar en la habitación y Olin, luego de transcurridos unos escasos diálogos, le oferta una botella de whisky añejo con miras a persuadirlo. La drama de Mike termina cuando hace de ese incendio el plan "c", opción insospechada.

El drama que Mike Enslin vive en la habitación 1408 describe con todo detalle la percepción que el ser humano tiene de su muerte y la de los demás. La muerte propia, esa que nos separa del mundo, suele ser evitada dentro del marco biológico; tememos morir, no por lo que sabemos sino, por el contrario porque desconocemos lo que sucede después; en otras ocasiones, nos resistimos a renunciar a un estilo de vida que entendemos ventajoso para nosotros; la muerte troncha nuestras metas, trunca nuestros planes. En el relato A la deriva, Horacio Quiroga nos describe el drama de una persona cuya agonía describía sus más profundos sentimientos los cuales estaban cifrados en un egoísmo que tenía apariencia de desprendimiento pues los demás se presentaban como el fin de sus metas; pero era todo lo contrario, los demás alimentaban su deseo de vivir. La resistencia a morir es primitiva; aunque nuestro esfuerzo se concentra en racionalizarla, sobre todo a partir de la religión.

Pero pensar en la muerte del otro (padre, madre, esposa, hijos, amigos) no nos libera de nuestro egoísmo sino que mitiga su asperidad; es decir, entendemos que la presencia del otro contribuye con nuestra felicidad, nos ayuda a entender que sin el otro la vida tiene menos sentido.

Para Mike entender esto tuvo que regresar al pasado, vivir el proceso de muerte de su hija, desde su felicidad hasta su fallecimiento, pasando por el proceso de enfermedad; pero es en la soledad, en medio de los escombros que lo rodeaban, simbolizando con ello la esperanza perdida, donde él experimenta lo insoportable del dolor ante la pérdida de su ser querido, su hija; allí expresa su amor, se resiste a la pérdida que por demás es inevitable. Suena la radio y su hija ya no es más que una osamenta compuesta de polvo y cenizas; intenta retenerla pero no puede ya es tarde. Porque lo doloroso de la muerte del otro es que no podemos evitarla, y menos cuando ya ha sucedido; de ahí que hagamos lo posible por extender los recuerdos que nos quedan como consuelo de lo que alguna vez fue. Recuerdo una inscripción que vi en la tumba de una niña; decía: Te quiero hasta la luna...Por la expresividad intuyo que fue la madre; pero, sin importar quien haya sido, entiendo que hay un deseo de retener algo imposible. Porque la muerte es algo que no podemos evitar, y menos cuando se trata del otro, porque "todo el mundo muere".

Es allí, en ese escenario de muerte y dolor, donde Mike Enslin despierta. Ya no están los escombros, ya no están las cenizas, pero sí el recuerdo y con ello la experiencia de una pérdida irremediable que por demás él intenta enmendar. El hecho de despertar implica algo más que abrir los ojos con la conciencia del lugar, implica entender el fallo y tratar de reparar el daño perpetrado. "Toda mi vida no he sido más que un egoísta, pero ya no será así", dice Mike.

Ahora la tarea de Mike Enslin es proteger lo que le queda, su esposa. Para lograrlo debe inmolarse; exponerse al peligro sin incurrir en el suicidio; todavía retiene su deseo de vivir, salvo que ahora intenta prolongar su vida en pro de alguien más. El otro se constituye en su fin y él en el medio.
El final de la película deja por sentado que los suicidas y de la habitación 1408 sucumbieron ante la fuerza de su exacerbado egoísmo; no entendieron, por así decirlo, lo inminente de la presencia del otro en sus vidas. Mike, por el contrario entendió esto que, al final le dio la salida de un lugar donde nadie soportaba más de una hora, pues lo que encontraban más cercano era el suicidio. ´

Finalmente, Mike Enslin logra salir de la habitación mediante la vía del martirio. Al arriesgarse por el otro, puede emerger, cual ave fénix, de sus cenizas; ahora es otro, comparte sus oficios con su esposa, incluso los recuerdos de un lugar que se constituyó para él en el mismo infierno. Ahora Mike es libre de la habitación 1408; pero sus recuerdos siguen allí, recordándole que forma parte de un universo donde el otro se constituye en su reflejo.
Por: José E. Flete-Morillo.-





Miguel De Unamuno, en Del sentimiento trágico de la vida, refiriéndose exclusivamente al cristianismo, plantea que la supervivencia nos motiva a crear un mecanismo que garantice nuestra inmortalidad, entendiendo por inmortalidad la permanencia en la vida misma.


3 comentarios:

E.E Lopez dijo...

Quede encantada con la forma tan explícita, llamativa y coherente en la Cual expresa su critica personal dando asi a conocer su punto de vista de este film, normalmente suelo leer mucho pues es uno de mis mejores pasatiempos y en todo el tiempo es una de las muy pocas veces que el escritor llama mi atención a observar el film o escuchar una canción por deseos e intriga de saber mas de eso de lo cual escribe.
Excelente !!

Unknown dijo...

Excelente me gusto

Unknown dijo...

Muy buena

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