En la sabiduría popular se
tejen reflexiones que, por su cumplimiento y aplicabilidad a los problemas del
ser humano, perviven al tiempo y a la dinámica sociocultural. La sabiduría
popular es producto de una profunda reflexión durante el trayecto de la vida;
los problemas de la vida son vistos una y otra vez, luego, teniendo como base
semejante experiencia surge la sentencia cómo síntesis discursiva de todo ese
ejercicio reflexivo.
Los refranes pertenecen a esa
reflexividad popular y como tal tienen cumplimiento en el accionar del ser
humano en sociedad gracias a que el mismo es observados por aquellos que se
valen del interés y la suspicacia para avocarse a una conclusión aleccionadora.
Difícilmente los refranes erren en sus sentencias, su uso es oportuno y con la
brevedad que los caracterizan sintetizan el más largo discurso produciendo en
el receptor la sensación de vencimiento.
Nuestra sociedad ha sabido
dar explicación a ciertos comportamientos llamativos gracias a la utilidad de
los refranes; los momentos más preocupantes, las acciones más escandalosas y
los misterios más incomprensibles son comprensibles gracias a estas sentencias
populares. Lo que cuesta a muchos resolver mediante sendas especulaciones, en
los refranes encuentran atajos, es decir, sin subterfugio alguno, podemos
comprender en dos tres palabras.
La logicidad permea en un
conjunto de palabras cuya concatenación no tienen más grandeza que la simplicidad
de su coherencia. La forma se reduce en dos o tres palabras pero la misma es
apenas punto de partida de un significado cuyo significante se disemina en las
entrañas mismas del pueblo que crea, esparce y hace de esos refranes su
trascendencia.Existen miles de libros
dedicados a reflexionar sobre el valor moral del comportamiento humano pero los
mismos, a pesar de su densa numerabilidad, se destrozan ante el escaso poder
adquisitivo de la población privando así a muchos de disfrutar de
interesantes reflexiones que gracias a
lo anterior, se convierten en privilegios de pocos. Sin embargo, los refranes,
debido a que emanan de las entrañas mismas del pueblo, bifurcan en la
colectividad democratizando así el poder de convencimiento que muchos, desde la
república de las letras, intentan
monopolizar sin ningún tipo de remordimiento.
No hay aspecto de nuestra
vida que no sea comprendido por algún refrán; desde la fe hasta la objetividad
más férrea de la ciencia, y desde la singularidad más egoísta hasta el más
soñado altruismo colectivista, los
refranes perviven como una fuerza invisible cuyo final está condicionado a la
permanencia del mismo pueblo. "Dios aprieta pero no ahorca" dicen
unos en pro de la fe mientras que los menos crédulos ripostan con un "A
Dios rogando y con el mazo dando"; otros, mediante "hijo de gato caza
ratón" explican la transferencia de carácter que tardíamente la genética,
en comparación con los refranes, ha
intentado explicar; los pesimistas, por su parte entienden que su vida se reduce
a estar "amolando y siempre boto", mientras que los más conservadores
entienden que "quien anda con cojo al año cojea".
Cada aspecto de la vida es
comprendido por el saber popular y explicado mediante estas sentencias que, me
atrevo a afirmar, muy pocos se atreven a refutar; pero como "donde quiera
se cuecen habas", estoy seguro que hay quienes osan invalidar la
aplicabilidad de los mismos; pero aún semejante insistencia no es más que un "amagar y no dar"
ya que aún el mismo intento es una especie de suicidio que el pueblo siembre en
sus individuos como forma de probarse a sí mismo.
Por mi parte, respeto la
comprobabilidad de los refranes y me valgo en ellos pues me han servido para
comprender cosas de mis congéneres que, cuando se me nubla la razón por el
desengaño, se me hace difícil comprender. Gracias a los refranes he aprendido a
dudar de quienes gritan constantemente sus virtudes pues semejante acción no
pasa de ser un intento de disimilar sus carencias; "dime de qué privas y
te diré de qué careces" es lo que llegué a escuchar de mis padres cuando
algún arrogante interrumpía su quietud, por ejemplo. Con la sencillez de los
refranes lo complicado de la vida tiene sentido y nos resulta fácil su
comprensión.
Por: José E. Flete-Morillo.-

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