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sábado, 19 de enero de 2019

Guerra mundial “z” o la violencia del bruto.

Tráiler
Kierkegaard[1] plantea que el bruto no se angustia gracias a que no cabe en la condición de espíritu común. De acuerdo con el filósofo danés, la angustia es producto de la pérdida  de la ignorancia; una vez esto, el individuo se sabe sólo (Kierkegaard habla del surgimiento de la nada), entiende que sólo se tiene a sí mismo; una vez en esta condición, se encamina, entonces, hacia una especie de libertad forzada donde sólo se tiene a sí mismo. Producto de toda esa reflexión sobre sí mismo, tiene que tomar la decisión de seguir el camino hacia una libertad responsable o, de lo contrario, resignarse a ser constantemente embestido por una melancolía azarosa.
Ante esa situación, la persona de “espíritu común”, como la llama Kierkegaard,  tiende a una relación tortuosa, en lo que se refiere a los demás, pues vive en constante acecho de sí mismo al considerar la posibilidad de un agravio. De ahí la incidencia del otro en el acrecentamiento de su angustia. Ponerse en el lugar del otro, previo a cualquier acción, es su norma de procedimiento por las razones anteriormente indicadas. Por lo visto, está atrapado en una constante precaución restringiendo con ello su propia libertad.
En lo que se refiere a los asuntos de burocracia, su angustia es mucho peor ya que los dictámenes a seguir proceden directamente de su conciencia quien, erigida como juez interno, le arredila por el camino del deber. Otra vez la soledad aparece; aunque está rodeado de todo tipo de personas (leales, traidoras, lambonas) para sí está solo ante la realidad de que, a cualquier adversidad, solamente él responderá por ello. Bajo estas condiciones, aplicar el poder en perjuicio de los demás (o sea, imponer su voluntad sin ningún tipo de criterio ni pudor) se le hace difícil. Esto explica el por qué muchas celebridades han sido derribadas de las posiciones de poder que ostentaban sin hacer nada a su favor, en la mayoría de los casos, cediendo su espacio con actitud pasiva.El bruto no encaja en esta descripción. Lejos de toda posibilidad de virtud, su estilo de vida redunda en pro de su apetito. Nada lo mueve, la capacidad de asombro brilla por su ausencia dejando en quienes le conocen el deseo de que algo similar se asome por su forma de entender  las cosas. Ante eventos sociales estremecedores se manifiesta una actitud indiferente, no porque se lo propone sino porque es así, es como si la naturaleza lo hubiera concebido con semejante condición so pretexto de establecer algún equilibrio en el mundo.
Tengo un ejemplo. Hace aproximadamente diez años presencié un accidente; todos los transeúntes acudimos al lugar consternados ante el horror del suceso, queríamos de alguna forma ayudar a salvar la vida de la víctima. Sucede que cerca de ahí, en una librería, había una persona que se caracterizaba por su indolencia hacia las calamidades de los demás (solía negar el permiso al baño incluso a mujeres embarazadas); él, al oír el rumor del accidente, salió, observó con indiferencia el triste drama que se desarrollaba próximo a su lugar de trabajo, y, con la misma naturalidad, retornó a su trabajo ignorando la petición que se hacía de llamar a una ambulancia.Creo que ése es el mejor ejemplo para ilustrar la escasa capacidad de asombro del bruto. Nada bueno pasa por su cabeza y ello se debe a que su mente está viciada por el oportunismo. Su mal proceder no es producto de la inventiva sino de su ser, le sale de adentro; es natural. Por eso la angustia no le asiste sino que, por el contario, huye de él. Me explico; si hace algún daño o perpetra un plan que atenta contra la integridad, física o moral, de alguien, no es porque así se lo propuso sino porque es empujado por esa especie de bestia que lo gobierna y dirige en todo lo que hace.
En los asuntos burocráticos, el bruto es favorecido por la compasión de los otros; éstos, arropado por una lástima inconmensurable, se compadecen de esa persona (el bruto) que, como can, le acompaña de un lado a otro; saben perfectamente que no tiene mérito alguno para desarrollar una labor de compromiso; pero, acuciados por la culpa, le dan entrada en los asuntos burocráticos ignorando que su subjetivismo le costará a la empresa un “lágrimas de sangre”.
Tan pronto el bruto se sitúa en el poder, la empresa comienza a caer en una indetenible involución. Lo que viene es desastre, caos, desorden e improvisaciones absurdas a los más altos niveles. No concerta con nadie sino que busca imponer su voluntad. No le importa el bien común sino saciar su hambre; hambre que va desde la comida hasta llegar a la declaración de honor; pues quiere llenar esos vacíos que la carencia, en sus diferentes órdenes, le creó. Se puede afirmar que, parafraseando a Protágoras, su vida es la suma de todas sus necesidades.
Cuando el bruto está ávido de poder, mantiene una actitud de lástima que hace que cualquiera olvide lo retorcido de su personalidad. Todos le miran con pena y, mordidos por una especie de culpa absurda, le favorecen en sus apetencias. Pero, tan pronto se sitúa, es embestido por un resentimiento bestial que busca vaciar todo su odio sobre aquellos que, de alguna u otra forma, según su sospecha, hicieron su vida miserable. Desde entonces, todo su proceder redunda en violencia. Pero insisto que esto no es producto de una planificación sino de su bestialidad que siempre fue y se mantuvo dormida pero despertó con el ruido del poder.

Guerra mundial Z: una lectura de la violencia natural en el bruto.-
A partir de esta película, Guerra mundial, de Marc Forster,  se puede entender lo natural de la violencia en el bruto. En este film, como en todos los que le anteceden[2], plantea el tema de la violencia al margen de la razón.
Todas estas producciones, indistintamente, presentan una historia cuyo contenido versa sobre muertos vivientes, zombis, que aparecen de improviso y atacan a los seres humanos. Con facilidad, se intuye que se establece una separación entre los “entes pensantes” y los  “no-pensantes”; los primeros se presentan como lo que son (o sea, personas) mientras que los segundos, no obstante su antropomorfismo, se describen como entes dirigidos o controlados por una bestialidad devastadora que se manifiesta a través de su apetito voraz. Aunque existen diferentes filmes orientados sobre esta temática, la preferencia por este film, Guerra Mundial Z, responde a que, el mismo describe dos cosas que me interesan tratar en función del presente ensayo: la violencia de los zombis y su voraz e impetuoso apetito.
En la película se plantea del tema de la razón ausente como problema en tanto afecta a quienes la posee. Estos se angustian ante una situación que no pueden manejar sino que se torna, cada vez, más complejo. El asunto se torna tan grave que la sobrevivencia es el único camino a elegir. Las personas son remitidas a la sobrevivencia; no hay planes, no hay tácticas, no hay sueños; nada, solamente el deseo de sobrevivir. De un momento a otro, las calles se tornan estrechas e intransitables; es como si no existieran y arrastrando con ello todo logro de la humanidad. La humanidad, mirándolo desde lo cultural, ha caído en un estado involutivo que amenaza con la aniquilación definitiva de la misma. El ambiente es asfixiante; allí se mezcla el horror con el miedo, confinando al espectador (quien pasados los primeros veinte minutos, queda atrapado en la historia encarnando en el personaje con el que más se identifica)[3] a la angustia y desesperación que experimentan los personajes.
Pero nuestro interés redunda en aquellos personajes que no son tales sino cosas antropomórficas, ser ahí,  cuya misión, asignada por el director del film (haciendo las veces de destino azaroso), es convertir en insoportable la vida  de la humanidad[4]. Las personas viven bajo constantes amenazas: son víctimas de una violencia que, a pesar de no ser planificada (pues la razón está ausente) parece estar programada para aniquilar a la raza humana; todo lo que posea entendimiento corre el peligro de la aniquilación.
 Los zombis no atacan a sus iguales sino a quienes actúan orientados por el entendimiento; ellos se mueven, pero su movimiento es deforme, no hay estilo, no hay elegancia, no coordinación ni armonía en sus movimientos; lo que indica que su cerebro, centro de toda operación, está muerto. Solamente el instinto, como único recurso de la naturaleza, se mantiene intacto, imperando todo lo demás. ¿Qué los alerta? El ruido en tanto que éste procede de alguien; porque el ruido responde a una maquinación, a una finalidad, lo que dice que más allá del ruido hay alguien que supera la condición de “cosa” y se constituye en el centro de todas sus operaciones; ese ente pensante surge como una especie de gigante en tierra de enanos, virtud que los su notoriedad lo convierte en el blanco de cualquier ataque. Una vez que el instinto percibe el sonido, lo que sigue es la violencia; pero una violencia cuyo origen sólo se explica a través del daño que ella misma produce.
Enfoquémonos en la forma de aplicación de la violencia. Antes de que se perciba la presencia de personas, los zombis mantienen un movimiento totalmente inarmónico (incluso, tan lento que excede a la torpeza), dejando por entendido que los músculos no están coordinados (lo que es obvio gracias a la ausencia del cerebro); pero, tan pronto son motivados por la presencia de “alguien”, el instinto los combina dando paso a una fuerza devastadora que se transforma en violencia cuyo punto de aplicación reside en las personas; contra éstas se abalanzan con ímpetu para devorarla. No hay planificación en el ataque, sólo instinto y destrucción.
El bruto no es menos de ahí. Su reacción ante cualquier viso de inteligencia, que naturalmente procede de otro, alimenta en ellos el instinto de conservación a tal grado que congrega en su derredor sus semejantes conformando, como se ve en el film, un monstruo que no se detendrá hasta que el motivo de su accionar no se extinga totalmente; mientras queden rastros de lo que devora, su bestialidad se mantendrá activa.
El bruto vulnerable al talento, lo que explica el porqué de su repulsión. Nótese que digo repulsión y no odio. El odio es propio de una reflexión, igual que la maquinación. Pero la repulsión es propia de los organismos, es un estado natural de estos, como las reacciones alérgicas.  El talento despierta en ellos la violencia y se valen de cualquier medio para eliminar (como los glóbulos blancos) cualquier “cuerpo extraño” que encuentre en su camino. Su reacción es instintiva, algo natural, muy propia de su especie. Por eso es que todos los brutos reaccionan de igual forma (no importa en qué parte del mundo se encuentren) cuando perciben en alguien el talento. Peor aún, su brutalidad, a pesar de ser muchos, los atrae y hace conformar un solo cuerpo cuya orientación está dirigida a la preservación de la especie, haciendo que sus víctimas sucumban ante lo siniestro de la agresión. No hay entendimiento en ellos, sólo instinto.
La ausencia del entendimiento libra al bruto de la angustia. Por eso es que puede destruir a cualquiera (me refiero a “alguien”) sin sentir siquiera el más leve remordimiento. Puede destruir las instituciones sin considerar las posibles consecuencias; y es obvio, pues el pensar en las consecuencias es un acto mental al que no tienen forma alguna de acceder. Cualquier accionar de ellos que aluda a la maquinación es puro mimetismo, algo animalesco[5]; decir que una acción equis ejecutada por un bruto de la maquinación equivale a decir que el cuervo habla o que la hiena se ríe o que el cocodrilo llora (perdonando la comparación, que de hecho resulta injusta para esos animales).
Como no se angustia,  además de que su reaccionar es impetuoso, el bruto aplica su violencia de diferentes maneras: destruyendo la reputación, vilipendiando la dignidad, extorsionando, defecando (es una metáfora) sobre los normas que regulan el normal comportamiento de los ciudadanos, comprando libertades o conciencias, creando redes de espionaje por doquier, coartando la libertad de la libre expresión y el disenso, usando las carencias de las personas como recurso de manipulación,  difamando, y expropiando a cualquiera (esto es persona) de sus derechos e, incluso, bienes granjeados tras largos años de labor honrada. Pero, aunque así lo parezca, estas diversas formas de violencia no obedecen a la reflexión; no hay cómo; no es posible. Es el instinto que dirige, como a la serpiente cascabel para que atraiga a su presa (otra vez me disculpo con los animales).
El poder en manos del bruto equivale a la fuerza de la boa constrictora que atrapa a sus presas y les quiebra sus vértebras para poder engullirlas (aquí vuelvo a insistir en el aspecto instintivo). Nada de maquinación, sólo instinto, y nada más. Desde el poder el bruto acciona protegiendo su hábitat, si baja de allí está irremisiblemente perdido, no lo sabe (pues no piensa) pero lo presiente (es lo más legos que puede llegar después del instinto). Por eso destruye todo lo que le huela a talento; desde que advierte[6] a alguien (alguien, en tanto ente creativo) empieza gesticular de forma amenazante y hasta puede llegar a emprenderla contra éste sin ningún tipo de reparo, pues no tiene la capacidad de angustiarse.
Pero esa violencia es natural. No responde a una reflexión; simplemente actúa, como si se tratara de un mecanismo de defensa que se activa sin ningún tipo de consideración. Basta con que aparezca “alguien” para que los atropellos estén a la “orden del día”. Todo lo que huela, o suene, a mérito es un reactivo que alerta el mecanismo de defensa del bruto instantáneamente. Su vulnerabilidad es obvia ante la presencia del mérito; la aparición de esto es suficiente para que el bruto se convierta en “especie en peligro de extinción”. Así que, cuando percibe el mérito, su miedo se hace presente y reacciona agrediendo de múltiples formas sin ningún tipo de criterio[7].
En el bruto, la violencia es algo natural, el instinto lo determina y encamina a reaccionar en casos de peligro. Decir que el bruto planifica una trama es un absurdo porque, de ser así, entonces estaríamos ante alguien y no ante “algo”. Pero no; toda reacción agresiva es puro instinto. Si planificara el daño que ha de hacer repararía en las posibles consecuencias y se abstendría de ello. No obstante, agrede con tanta violencia que muchas veces se hace daño a sí mismo. Basta con mirar cómo desde el poder hostiga sin cesar a todo el que se encuentre por debajo de sí. Incluso los que les superan tienen que tolerar sus necedades e impertinencias; al no tener creatividad incurre en una serie de acciones que rayan en lo absurdo y risible.
En cuanto a su apetito, el bruto es insaciable; no cesa de devorar lo que haya a su paso. Solamente consume; no reproduce ni busca reponer lo que su avidez devoró. Su condición acéfala no se lo permite. No se deja ayudar, cualquier oferta similar resulta una provocación hacia su bestialidad. Es mejor dejar las cosas como están, un día cuando no encuentre qué destruir se irá, a fastidiar el parto a otra parte, allí se le verá en lo mismo, porque su proceder es uniforme gracias a su condición (muy señalada en este ensayo). Hará insoportable la vida de las personas que allí vivan, los tratará con hostilidad; les verá sufrir sin manifestar la más leve reacción;  naturalmente, no puede ser de otra forma, su bestialidad gobierna su ser.
Por: José E. Flete-Morillo.-



[1] . El concepto de la angustia.
[2]. (Los muertos vivientes, 1968; Dawn of the dead, 1978;  Day of the dead  Land of the
 dead ,2005; Survival of the Dead,2009). Tomado de
[3]. El inicio de la película está determinado por el drama familiar: una familia común, marcados por una relación ejemplar; es el modelo de familia al que todos, de alguna manera, aspiramos o consideramos un modelo a seguir.
[4] . Insisto en el concepto “humanidad” porque el hecho sucede en todo el mundo siendo la ciudad de Los Ángeles una especie de “espacio-muestra”, o sea que lo que se ve en esta ciudad es lo que está sucediendo en todo el mundo, una manera del director del film de decirnos que no hay salida para nadie. La humanidad está en peligro de extinción.
[5]. Uso la expresión “animalesco” como un eufemismo,  forma de colocar al bruto por debajo de los animales ya que estos responden al orden mismo de la naturaleza mientras que aquél  riñe con aquella distorsionando el orden de las cosas.
[6]. La advertencia vista desde el instinto.
[7]. Una característica del bruto es que cuando se siente amenazado ataca a cualquiera, incluso a sus aliados. Estos, por el contrario, corren más peligro que cualquiera pues cuando la bestia se torna incontrolable sufren de ésta sus impertinencias y agresiones. 


14 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente 📃

Kevin Guzman Caraballo dijo...

Muy bueno este breve ensayo!!

Julissa dijo...

Me encanto. Me atrapo hasta el final

Unknown dijo...

Mejor ayuda con un trabajo que tengo de eso

Eduviges rosario dijo...

Muy buena reflexión me gustó mucho cuando usted pone su excusa a los animales

Unknown dijo...

Muy buen mensaje eso me ayuda cada día a ser mejor persona

Unknown dijo...

Muy buen mensaje, me ayuda a ser un mejor ser pensante.

Anónimo dijo...

Muy interesante articulo...

Aschley shantal guzman dijo...

Excelente reflexión!!

Anónimo dijo...

WOW, muy bueno!!!

Unknown dijo...

Mucha impotacia la lectura

Unknown dijo...

Muy buena me gusto la lectura

Unknown dijo...

Eso es que portarse bién entodos iser mejores persona porqué luerto que siempre cada día ay

Unknown dijo...

Los muerto cada día

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