Kierkegaard[1] plantea que el bruto no se
angustia gracias a que no cabe en la condición de espíritu común. De acuerdo
con el filósofo danés, la angustia es producto de la pérdida de la
ignorancia; una vez esto, el individuo se sabe sólo (Kierkegaard habla del
surgimiento de la nada), entiende que sólo se tiene a sí mismo; una vez en esta
condición, se encamina, entonces, hacia una especie de libertad forzada donde
sólo se tiene a sí mismo. Producto de toda esa reflexión sobre sí mismo, tiene
que tomar la decisión de seguir el camino hacia una libertad responsable o, de
lo contrario, resignarse a ser constantemente embestido por una melancolía
azarosa.
Ante esa situación, la persona de
“espíritu común”, como la llama Kierkegaard, tiende a una relación
tortuosa, en lo que se refiere a los demás, pues vive en constante acecho de sí
mismo al considerar la posibilidad de un agravio. De ahí la incidencia del otro
en el acrecentamiento de su angustia. Ponerse en el lugar del otro, previo a
cualquier acción, es su norma de procedimiento por las razones anteriormente
indicadas. Por lo visto, está atrapado en una constante precaución
restringiendo con ello su propia libertad.
En lo que se refiere a los asuntos de
burocracia, su angustia es mucho peor ya que los dictámenes a seguir proceden
directamente de su conciencia quien, erigida como juez interno, le arredila por
el camino del deber. Otra vez la soledad aparece; aunque está rodeado de todo
tipo de personas (leales, traidoras, lambonas) para sí está solo ante la
realidad de que, a cualquier adversidad, solamente él responderá por ello. Bajo
estas condiciones, aplicar el poder en perjuicio de los demás (o sea, imponer
su voluntad sin ningún tipo de criterio ni pudor) se le hace difícil. Esto
explica el por qué muchas celebridades han sido derribadas de las posiciones de
poder que ostentaban sin hacer nada a su favor, en la mayoría de los casos,
cediendo su espacio con actitud pasiva.El bruto no encaja en esta
descripción. Lejos de toda posibilidad de virtud, su estilo de vida redunda en
pro de su apetito. Nada lo mueve, la capacidad de asombro brilla por su
ausencia dejando en quienes le conocen el deseo de que algo similar se asome
por su forma de entender las cosas. Ante eventos sociales estremecedores
se manifiesta una actitud indiferente, no porque se lo propone sino porque es
así, es como si la naturaleza lo hubiera concebido con semejante condición so
pretexto de establecer algún equilibrio en el mundo.
Tengo un ejemplo. Hace
aproximadamente diez años presencié un accidente; todos los transeúntes acudimos
al lugar consternados ante el horror del suceso, queríamos de alguna forma
ayudar a salvar la vida de la víctima. Sucede que cerca de ahí, en una
librería, había una persona que se caracterizaba por su indolencia hacia las
calamidades de los demás (solía negar el permiso al baño incluso a mujeres
embarazadas); él, al oír el rumor del accidente, salió, observó con
indiferencia el triste drama que se desarrollaba próximo a su lugar de trabajo,
y, con la misma naturalidad, retornó a su trabajo ignorando la petición que se
hacía de llamar a una ambulancia.Creo que ése es el mejor ejemplo para
ilustrar la escasa capacidad de asombro del bruto. Nada bueno pasa por su
cabeza y ello se debe a que su mente está viciada por el oportunismo. Su mal
proceder no es producto de la inventiva sino de su ser, le sale de adentro; es
natural. Por eso la angustia no le asiste sino que, por el contario, huye de
él. Me explico; si hace algún daño o perpetra un plan que atenta contra la
integridad, física o moral, de alguien, no es porque así se lo propuso sino
porque es empujado por esa especie de bestia que lo gobierna y dirige en todo
lo que hace.
En los asuntos burocráticos, el bruto
es favorecido por la compasión de los otros; éstos, arropado por una lástima
inconmensurable, se compadecen de esa persona (el bruto) que, como can, le
acompaña de un lado a otro; saben perfectamente que no tiene mérito alguno para
desarrollar una labor de compromiso; pero, acuciados por la culpa, le dan
entrada en los asuntos burocráticos ignorando que su subjetivismo le costará a
la empresa un “lágrimas de sangre”.
Tan pronto el bruto se sitúa en el
poder, la empresa comienza a caer en una indetenible involución. Lo que viene
es desastre, caos, desorden e improvisaciones absurdas a los más altos niveles.
No concerta con nadie sino que busca imponer su voluntad. No le importa el bien
común sino saciar su hambre; hambre que va desde la comida hasta llegar a la
declaración de honor; pues quiere llenar esos vacíos que la carencia, en sus
diferentes órdenes, le creó. Se puede afirmar que, parafraseando a Protágoras,
su vida es la suma de todas sus necesidades.
Cuando el bruto está ávido de poder,
mantiene una actitud de lástima que hace que cualquiera olvide lo retorcido de
su personalidad. Todos le miran con pena y, mordidos por una especie de culpa
absurda, le favorecen en sus apetencias. Pero, tan pronto se sitúa, es
embestido por un resentimiento bestial que busca vaciar todo su odio sobre
aquellos que, de alguna u otra forma, según su sospecha, hicieron su vida
miserable. Desde entonces, todo su proceder redunda en violencia. Pero insisto
que esto no es producto de una planificación sino de su bestialidad que siempre
fue y se mantuvo dormida pero despertó con el ruido del poder.
Guerra mundial Z: una lectura de la violencia
natural en el bruto.-
A partir de esta película, Guerra
mundial, de Marc Forster, se puede entender lo natural de la
violencia en el bruto. En este film, como en todos los que le anteceden[2], plantea el tema de la violencia al
margen de la razón.
Todas estas producciones,
indistintamente, presentan una historia cuyo contenido versa sobre muertos
vivientes, zombis, que aparecen de improviso y atacan a los seres humanos. Con
facilidad, se intuye que se establece una separación entre los “entes
pensantes” y los “no-pensantes”; los primeros se presentan como lo que
son (o sea, personas) mientras que los segundos, no obstante su
antropomorfismo, se describen como entes dirigidos o controlados por una
bestialidad devastadora que se manifiesta a través de su apetito voraz. Aunque
existen diferentes filmes orientados sobre esta temática, la preferencia por
este film, Guerra Mundial Z, responde a que, el mismo
describe dos cosas que me interesan tratar en función del presente ensayo: la
violencia de los zombis y su voraz e impetuoso apetito.
En la película se plantea del tema de
la razón ausente como problema en tanto afecta a quienes la posee. Estos se
angustian ante una situación que no pueden manejar sino que se torna, cada vez,
más complejo. El asunto se torna tan grave que la sobrevivencia es el único
camino a elegir. Las personas son remitidas a la sobrevivencia; no hay planes,
no hay tácticas, no hay sueños; nada, solamente el deseo de sobrevivir. De un
momento a otro, las calles se tornan estrechas e intransitables; es como si no
existieran y arrastrando con ello todo logro de la humanidad. La humanidad,
mirándolo desde lo cultural, ha caído en un estado involutivo que amenaza con
la aniquilación definitiva de la misma. El ambiente es asfixiante; allí se
mezcla el horror con el miedo, confinando al espectador (quien pasados los
primeros veinte minutos, queda atrapado en la historia encarnando en el
personaje con el que más se identifica)[3] a
la angustia y desesperación que experimentan los personajes.
Pero nuestro interés redunda en
aquellos personajes que no son tales sino cosas antropomórficas, ser
ahí, cuya misión, asignada por el director del film (haciendo las
veces de destino azaroso), es convertir en insoportable la vida de la
humanidad[4]. Las personas viven
bajo constantes amenazas: son víctimas de una violencia que, a pesar de no ser
planificada (pues la razón está ausente) parece estar programada para aniquilar
a la raza humana; todo lo que posea entendimiento corre el peligro de la
aniquilación.
Los zombis no atacan a sus
iguales sino a quienes actúan orientados por el entendimiento; ellos se mueven,
pero su movimiento es deforme, no hay estilo, no hay elegancia, no coordinación
ni armonía en sus movimientos; lo que indica que su cerebro, centro de toda
operación, está muerto. Solamente el instinto, como único recurso de la
naturaleza, se mantiene intacto, imperando todo lo demás. ¿Qué los alerta? El
ruido en tanto que éste procede de alguien; porque el ruido responde a una
maquinación, a una finalidad, lo que dice que más allá del ruido hay alguien
que supera la condición de “cosa” y se constituye en el centro de todas sus
operaciones; ese ente pensante surge como una especie de gigante en tierra de
enanos, virtud que los su notoriedad lo convierte en el blanco de cualquier
ataque. Una vez que el instinto percibe el sonido, lo que sigue es la
violencia; pero una violencia cuyo origen sólo se explica a través del daño que
ella misma produce.
Enfoquémonos en la forma de
aplicación de la violencia. Antes de que se perciba la presencia de personas,
los zombis mantienen un movimiento totalmente inarmónico (incluso, tan lento que
excede a la torpeza), dejando por entendido que los músculos no están
coordinados (lo que es obvio gracias a la ausencia del cerebro); pero, tan
pronto son motivados por la presencia de “alguien”, el instinto los combina
dando paso a una fuerza devastadora que se transforma en violencia cuyo punto
de aplicación reside en las personas; contra éstas se abalanzan con ímpetu para
devorarla. No hay planificación en el ataque, sólo instinto y destrucción.
El bruto no es menos de ahí. Su
reacción ante cualquier viso de inteligencia, que naturalmente procede de otro,
alimenta en ellos el instinto de conservación a tal grado que congrega en su
derredor sus semejantes conformando, como se ve en el film, un monstruo que no
se detendrá hasta que el motivo de su accionar no se extinga totalmente;
mientras queden rastros de lo que devora, su bestialidad se mantendrá activa.
El bruto vulnerable al talento, lo
que explica el porqué de su repulsión. Nótese que digo repulsión y no odio. El
odio es propio de una reflexión, igual que la maquinación. Pero la repulsión es
propia de los organismos, es un estado natural de estos, como las reacciones
alérgicas. El talento despierta en ellos la violencia y se valen de
cualquier medio para eliminar (como los glóbulos blancos) cualquier “cuerpo
extraño” que encuentre en su camino. Su reacción es instintiva, algo natural,
muy propia de su especie. Por eso es que todos los brutos reaccionan de igual
forma (no importa en qué parte del mundo se encuentren) cuando perciben en
alguien el talento. Peor aún, su brutalidad, a pesar de ser muchos, los atrae y
hace conformar un solo cuerpo cuya orientación está dirigida a la preservación
de la especie, haciendo que sus víctimas sucumban ante lo siniestro de la
agresión. No hay entendimiento en ellos, sólo instinto.
La ausencia del entendimiento libra
al bruto de la angustia. Por eso es que puede destruir a cualquiera (me refiero
a “alguien”) sin sentir siquiera el más leve remordimiento. Puede destruir las
instituciones sin considerar las posibles consecuencias; y es obvio, pues el
pensar en las consecuencias es un acto mental al que no tienen forma alguna de
acceder. Cualquier accionar de ellos que aluda a la maquinación es puro
mimetismo, algo animalesco[5];
decir que una acción equis ejecutada por un bruto de la maquinación equivale a
decir que el cuervo habla o que la hiena se ríe o que el cocodrilo llora
(perdonando la comparación, que de hecho resulta injusta para esos animales).
Como no se angustia, además de
que su reaccionar es impetuoso, el bruto aplica su violencia de diferentes
maneras: destruyendo la reputación, vilipendiando la dignidad, extorsionando,
defecando (es una metáfora) sobre los normas que regulan el normal
comportamiento de los ciudadanos, comprando libertades o conciencias, creando
redes de espionaje por doquier, coartando la libertad de la libre expresión y
el disenso, usando las carencias de las personas como recurso de manipulación,
difamando, y expropiando a cualquiera (esto es persona) de sus derechos
e, incluso, bienes granjeados tras largos años de labor honrada. Pero, aunque
así lo parezca, estas diversas formas de violencia no obedecen a la reflexión;
no hay cómo; no es posible. Es el instinto que dirige, como a la serpiente
cascabel para que atraiga a su presa (otra vez me disculpo con los animales).
El poder en manos del bruto equivale
a la fuerza de la boa constrictora que atrapa a sus presas y les quiebra sus
vértebras para poder engullirlas (aquí vuelvo a insistir en el aspecto
instintivo). Nada de maquinación, sólo instinto, y nada más. Desde el poder el
bruto acciona protegiendo su hábitat, si baja de allí está irremisiblemente
perdido, no lo sabe (pues no piensa) pero lo presiente (es lo más legos que
puede llegar después del instinto). Por eso destruye todo lo que le huela a talento;
desde que advierte[6] a
alguien (alguien, en tanto ente creativo) empieza gesticular de forma
amenazante y hasta puede llegar a emprenderla contra éste sin ningún tipo de
reparo, pues no tiene la capacidad de angustiarse.
Pero esa violencia es natural. No
responde a una reflexión; simplemente actúa, como si se tratara de un mecanismo
de defensa que se activa sin ningún tipo de consideración. Basta con que
aparezca “alguien” para que los atropellos estén a la “orden del día”. Todo lo
que huela, o suene, a mérito es un reactivo que alerta el mecanismo de defensa
del bruto instantáneamente. Su vulnerabilidad es obvia ante la presencia del
mérito; la aparición de esto es suficiente para que el bruto se convierta en
“especie en peligro de extinción”. Así que, cuando percibe el mérito, su miedo
se hace presente y reacciona agrediendo de múltiples formas sin ningún tipo de
criterio[7].
En el bruto, la violencia es algo
natural, el instinto lo determina y encamina a reaccionar en casos de peligro.
Decir que el bruto planifica una trama es un absurdo porque, de ser así,
entonces estaríamos ante alguien y no ante “algo”. Pero no; toda reacción
agresiva es puro instinto. Si planificara el daño que ha de hacer repararía en
las posibles consecuencias y se abstendría de ello. No obstante, agrede con
tanta violencia que muchas veces se hace daño a sí mismo. Basta con mirar cómo
desde el poder hostiga sin cesar a todo el que se encuentre por debajo de sí.
Incluso los que les superan tienen que tolerar sus necedades e impertinencias;
al no tener creatividad incurre en una serie de acciones que rayan en lo
absurdo y risible.
En cuanto a su apetito, el bruto es
insaciable; no cesa de devorar lo que haya a su paso. Solamente consume; no
reproduce ni busca reponer lo que su avidez devoró. Su condición acéfala no se
lo permite. No se deja ayudar, cualquier oferta similar resulta una provocación
hacia su bestialidad. Es mejor dejar las cosas como están, un día cuando no
encuentre qué destruir se irá, a fastidiar el parto a otra parte, allí se le
verá en lo mismo, porque su proceder es uniforme gracias a su condición (muy
señalada en este ensayo). Hará insoportable la vida de las personas que allí
vivan, los tratará con hostilidad; les verá sufrir sin manifestar la más leve
reacción; naturalmente, no puede ser de otra forma, su bestialidad
gobierna su ser.
Por: José E. Flete-Morillo.-
[1] . El concepto de la
angustia.
[2]. (Los muertos vivientes, 1968; Dawn of the dead, 1978; Day of the dead Land of the
dead ,2005; Survival of the Dead,2009). Tomado de
http://es.wikipedia.org/wiki/El_amanecer_de_los_muerto;
21 de agosto 2013.
[3]. El inicio de la película está determinado por el drama familiar: una
familia común, marcados por una relación ejemplar; es el modelo de familia al
que todos, de alguna manera, aspiramos o consideramos un modelo a seguir.
[4] . Insisto en el concepto “humanidad” porque el hecho sucede en
todo el mundo siendo la ciudad de Los Ángeles una especie de “espacio-muestra”,
o sea que lo que se ve en esta ciudad es lo que está sucediendo en todo el
mundo, una manera del director del film de decirnos que no hay salida para
nadie. La humanidad está en peligro de extinción.
[5]. Uso la expresión “animalesco” como un eufemismo, forma de
colocar al bruto por debajo de los animales ya que estos responden al orden
mismo de la naturaleza mientras que aquél riñe con aquella distorsionando
el orden de las cosas.
[6]. La advertencia vista desde el
instinto.
[7]. Una característica del bruto es que cuando se siente amenazado ataca a
cualquiera, incluso a sus aliados. Estos, por el contrario, corren más peligro
que cualquiera pues cuando la bestia se torna incontrolable sufren de ésta sus
impertinencias y agresiones.

14 comentarios:
Excelente 📃
Muy bueno este breve ensayo!!
Me encanto. Me atrapo hasta el final
Mejor ayuda con un trabajo que tengo de eso
Muy buena reflexión me gustó mucho cuando usted pone su excusa a los animales
Muy buen mensaje eso me ayuda cada día a ser mejor persona
Muy buen mensaje, me ayuda a ser un mejor ser pensante.
Muy interesante articulo...
Excelente reflexión!!
WOW, muy bueno!!!
Mucha impotacia la lectura
Muy buena me gusto la lectura
Eso es que portarse bién entodos iser mejores persona porqué luerto que siempre cada día ay
Los muerto cada día
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